TEXTOS DE LA PUNTADA CON HILO DE LOS AÑOS 90 Y OTROS TEXTOS DISPOBLES SOBRE FEMINISMOS Y DE FEMINISTAS

domingo, 2 de septiembre de 2012

DANA DESMORE: LA INDEPENDENCIA DE LA REVOLUCIÓN SEXUAL



        
 
La independencia de la revolución Sexual
por Dana Densmore

(Tal como fue publicado en Radical Feminism, Anne Koedt, Ellen Levine, Anita Rapone, eds. [Quadrangle, 1973])

Los seres humanos somos criaturas que hacemos surgir de la tierra nuestra integridad, nuestra voluntad libre y objetiva. No solo estamos influenciados por lo que está a nuestro alrededor, sino también estamos condicionados y creados por eso mismo que nos rodea. Los deseos e incluso las necesidades pueden ser creadas.  Estamos familiarizados con las ingeniosas técnicas de marketing que se aplican en Madison Avenue para generar inseguridad con el objetivo de ofrecer  productos y servicios como medios para conseguir seguridad. Las técnicas más efectivas apuntan  a nuestros miedos de no ser socialmente aceptables, no ser amados, no ser sexualmente atractivos.
Las semillas de esta inseguridad existe en una sociedad cuya ideología individualista aísla a la gente y arroja la culpa de inadaptación y fracaso sobre el individuo. Constantemente oímos las variaciones de este tema. Se usa para evitar admitir que cualquier cosa puede estar mal con la manera en la que nuestra sociedad se funda: "si no podés adaptarte satisfactoriamente a la vida, es tu problema: quizás un profesional pueda ayudarte”, “no trates de cambiar el mundo, mejor liberá tu mente”.

Y lo oímos arrojado como respuesta a la amenaza de la liberación de las mujeres: “te intimida que un varón pueda menospreciarte”; “abandona tu familia si es opresiva”; “si no te gusta la manera en la que te tratan tus amantes, arrójalos lejos de tu cama”; “es tu culpa si no conseguís un buen trabajo –estás permitiendo que te desanimen, tomaste un curso poco desafiante y femenino en la universidad”.

El presupuesto que se asume en todos estos dichos es la ideología individualista: si no podés hacer algo que es teóricamente posible (o que se supone que es teóricamente posible) es por  una falla personal y consecuentemente no podés quejarte de manera legítima; lo cual aísla a la gente y la vuelve insegura y con baja autoestima. Incluso puede llevar a las personas a menospreciarse, porque ven en ellas mismas tantas supuestas debilidades y problemas psicológicos que les impiden ser felices, bien adaptadas, y efectivas. Esta es una características de nuestra sociedad que nos aísla a todos, no solo a las mujeres. (Aunque las mujeres, siendo las más oprimidas, son forzadas a culparse a ellas mismas por su impotencia, y a menospreciarse más y son las que más aisladas se quedan y con más miedo y más ansiedad de que nadie las ame.)
El mismo aislamiento que la ideología individualista impone nos hace desear  aún más ser amadas y aceptar y temer más no serlo. Pero no podemos escapar a nuestros miedos de no ser amadas: “¿Quién me deseará?”, nos preguntamos, “Tengo todas estas taras.” La solución ofrecida para todo esto es abrirse hasta que podamos fusionarnos sin egoísmos con otra persona. En muchos casos se trata explícitamente de sexo. Sin embargo, se cual sea la solución, siempre se apunta al sexo de un modo u otro. El sexo es magia, y asume una vida propia, haciéndolo todo interesante, y valioso. Por eso, pasamos horas probándonos mini vestidos, cargándonos con tintineantes collares, suaves pantimedias blancas, y brillante base facial. Es en esto en lo que muchas chicas – que podrían estar luchando por la liberación de la mujer- despilfarran energía valiosa, como una parte indispensable de sus vidas. Malgastan y disipan su valioso tiempo y talentos y su fuerza emocional para ser atractivas a los varones y solucionar las cosas con sus amantes para que el “amor” sea menos degradante. Muchas veces todo lo que cosechan es desmoralización, egos dañados, extenuación emocional.

Bajo la bandera de  “no negar nuestra sexualidad” y señalando la represión  del pasado cuando las mujeres no tenían derecho a ningún placer en sus cuerpos, muchas de nosotras abrazamos la sexualidad y su expresión de manera acrítica. Como si el presente exceso pudiera resarcir el pasado. ¿Es esto cierto?- excepto por los miedos de la noche de los muertos vivos, somos sexualmente frustradas, freaks neuróticas, que nuestros detractores nos acusan con ser. ¿Estamos cazando la realización sexual porque tenemos que probar que nuestras políticas no son solo el resultado de un buen polvo?
Luego está  el tema de los orgasmos. Entre aquellas que nunca se pudieron adaptar bien y ser suficientemente mujeres para conseguirse un orgasmo cuando son vaginalmente estimuladas por un varón, algunas, al descubrir que su vergüenza y miseria no es única, sino por el contrario extremadamente común y debido directamente a causas anatómicas, reaccionan frente a este descubrimiento sintiendo que deben compensar este sentimiento demandando todo la realización física que le han estado proveyendo al varón y perdiéndose  ellas mismas al hacerlo. Lo que perdimos no son una X cantidad de veces de placer físico. El sufrimiento que innumerables mujeres han padecido debido a que se les dijo que si no tenían orgasmos vaginales eran frígidas, que estaba neuróticas y eran egoístas o poco mujeres y sexualmente inadaptadas y no podían entregarse y secretamente estaban resentidas por el poder de sus maridos y los envidiaban. Este sufrimiento nos rompe el corazón y nos deja estupefactas.

La liberación de la igualdad sexual y el derecho al placer sexual es la solución del futuro. ¿Pero hay solución para el pasado? ¿Es una solución salir y recolectar orgasmos para poder compensar todos esos años de frustración e inculpamiento? Yo digo que no podremos nunca compensar el sufrimiento y ciertamente no unicamente por medio de una sensación física. Y si tenemos en cuenta la recompensa psicológica de conseguirlo finalmente, siento que no hay  ningún triunfo en este sentido, especialmente  cuando aún estoy luchando los viejos hábitos y las viejas culpas que permanecen tiempo después de que el intelecto y la voluntad ya han dado su salto.
La peor parte tiene que ver con el hecho de que incluso durante la perfecta relación sexual, y el mutuo placer sin culpa, incluso allí estamos oprimidas. Después de todo, algunas mujeres se las arreglan para tener orgasmos vaginales, y continúan oprimidas, de hecho, así se supone que debías conseguir un orgasmo – mediante el sometimiento completo a la voluntad de un varón, amando ser una mujer y todo lo que eso implica. Las relaciones sexuales en el mundo de hoy (y quizás también en el pasado) son opresivas. El hecho de que tu amante te provea un orgasmo  cambia solo una pequeña porción de esa opresión (es decir la parte que dicta que tenés que verte como una criatura a quien se le permitió solamente el placer mudo, sensual y semi-masoquista de que te cojan y nunca el placer activo y trascendente de un orgasmo).
Si esa fuera la única justicia, o incluso la mayor injusticia, que se nos ha realizado, estaríamos muy bien, de hecho. Probablemente, podríamos soportarla sin mayor preocupación o miseria o sin auto-reproches. Es la opresión general y la degradación que sufrimos en el mundo que nos causa la humillación en el acto sexual, como Simone de Beauvoir señala.  Si no fuera por el sentimiento de inadecuación e impotencia que aprendimos en otros aspectos de nuestra vida, patearíamos a nuestro amante fuera de la cama cuando es poco gentil, desconsiderado y arrogante.
Algunos hombres lavan los platos cada noche. Y eso no hace libres a sus esposas. Por el contrario, es una de las tantas cosas que ella debe agradecerle. Él, en el poder y la gloria de su virilidad, condecendientemente hace algo por ella. Mientras los varones sean la casta superior y tengan el poder político en las relaciones de clase, entre varones y mujeres, continuará siendo un favor que él realiza por vos, sin importar cuán imperiosamente se lo demandes. Y fuera de esa única cosa que realiza, nada ha cambiado. No significará nada más hasta que las relaciones de poder hayan cambiado.
Pero el tema no son solo los orgasmos. Ni siquiera se nos permite involucrarnos en el acto sexual sin perder dignidad social y respeto por el varón. No se nos permite amar, hacer el amor, sentir placer al hacerlo incluso con nuestros maridos. A los varones se les ordenó amar a sus esposas, a las esposas obedecerlos. Y esto es cruel e hipócrita.
Cualquier cosa que se nos haya negado en el pasado, no se puede argumentar que el acceso al placer sexual se nos está vedado hoy. Nuestro “derecho” a disfrutar de nuestros cuerpos nos ha sido concedido casi como un deber o una obligación. De hecho, las cosas se han torcido hasta el punto de que el “hecho” (un dispositivo de difamación) de que no nos involucremos en el sexo se nos dice al oido y es usado por los varones para desmotivar a “sus” mujeres de que se involucren con las feministas. Este es un invento que me causa gracia cuando pienso en él. ¿Cómo pueden los varones decir esto sin reírse? Deben temblar cuando piensan en perder el poder de definir qué es lo correcto para una mujer. Porque es el poder lo que estamos desafiando.
El derecho es un deber. La liberad sexual no incluye ninguna libertad de declinar el sexo, de declinar ser definidas cada vez por el sexo. El sexo es la nueva religión, que existe con idependencia de los individuos que lo comparten. Los medios nos bombardean todo el tiempo con esto. El sexo está en todas partes. Se nos lo fuerza de prepo en las gargantas. Es la gran concesión que nos pone en nuestros lugares. Es lo que hace nuestros aburridos mundos interesantes. En todas partes somos objetos sexuales, y nuestro propio disfrute embellece nuestro atractivo. Somos lascivas. Usamos minifalda y transparencias. Somos sexy. Somos libres. Corremos y saltamos de cama en cama cuando queremos. Esta es la auto-imagen que nos construimos por medio de los medios y la publicidad. Esta es nuestra realización. Y deja mucha ganancia. Nos coloca en nuestro lugar sintiéndonos afortunadas por tener ese lugar: la libertad de consumir, consumir, consumir hasta que nos traguemos al mundo. Nos hace ver libres y activas (activamente, libremente, solicitamos sexo de los varones)
Y la gente parece creer en la libertad sexual (incluso cuando es solo la libertad de ofrecerse como objeto de deseo). Cuando los varones nos dicen “¿Pero acaso ya no están liberadas?”, lo que quieren decir “Les dijimos que estaba bien dejarse coger por nosotros, que la culpa era neurótica, que la castidad era una pérdida, que casi se están entregando en las calles, ¿qué más quieren?” La presunción inarticulada detrás de este malentendido es que las mujeres somos puramente seres sexuales, cuerpos y sensualidad, máquinas de coger. De allí que nuestra libertad solo signifique libertad sexual.
La libertad espiritual, intelectual, la libertad conta la invación de la privacidad, y los insultos de degradantes estereotipos, todo esto es apropiado para los varones, que se preocupan de esas cosas y pueden apreciarlas. Las mujeres, recuerden, somos seres sexuales, suaves, emocionales, expresivos, que se entregan, cercanas a la tierra, físicas, atrapadas por el miedo, el disgusto y la deliciosa carne demasiado perecedera. Para estas criaturas presumir un territorio de trascedencia por encima de esto es un horror impensable, que mancha los elevados y puros reinos de la voluntad y el espíritu donde accedemos por sobre la carne.
Desafortunadamente, las oprimidas habitualmente adoptan la psicosis de la clase dominante, transformadas, a veces, hasta que no se la vea maligna, intelectualmente deshonestas sino cuando razonablemente ellas aceptan la realidad. Y para las oprimidas la realidad es lo que la clase dominante cree. Reconocemos que tenemos un intelecto, y quizás lo usemos abiertamente con varones sofisticados y tolerantes. Pero todavía reconocemos que en tanto y en cuanto somos mujeres, somos blandas, emocionales, expresivas, entregadas, cercanas a la tierra, dominadas por nuestra sensualidad y nuestra innegable y profunda sexualidad.
Hay recompensas por creer en todo esto todo esto. Cuando nos perdemos en la entrega sexual, hacemos que ese varon analítico, sin emociones, duro, racional y dominante, rechace esa necesidad total y desquiciada de la carne que él gusta prodigarse por encima de todo. Y no se cuestiona que para una mujer el amor sexual contiene como fuerte componente el deseo de ser poderosa por medio de una unión con el poder. Ella se ve a sí misma impotente y sin efecto, y a él como el dominante competente. Ella desea ese deseo de competencia y de confianza que él tiene por saber que este es “su mundo”. En la intimidad y el éxtasis del sexo, ella se extravía y se convierte en una con él.

Los niños a los que se les ha dicho una y otra vez que son mentirosos y ladrones se convierten en mentirosos y ladrones. A la gente que se le dice una y otra vez que están locas se vuelven locas. Si se nos dice una y otra vez que somos seres con necesidades sexuales profundas, es probable  que descubramos que lo somos. Especialmente cuando se enfatiza que esas que no sienten esas necesidades son frígidas, neuróticas, sexualmente inadaptadas) que para una mujer quiere decir inadaptadas con respecto a los varones), secas, infecundas, lastimeras.
El estereotipo es el de la auto-realización. Una mujer que no puede disfrutar del sexo, por la razón que sea (su marido le resulta repulsivo, o su estilo como amante o porque la trata mal en la cama), amargamente cree que está perdiendo su realización como mujer, un placer extrasensorial que hará todo el resto de su existencia miserable. Es inútil argumentar que no estamos programadas para desear el sexo, alcanzarlos y necesitarlo. Incluso cuando sabemos que algo es falso, nuestro condicionamiento nos conduce a actuarlo. En este punto es muy difícil definir qué es verdad y que es falsedad.
Una mujer que llega a los 40 escribe: “ Ahora me doy cuenta que es un instito, pero creo que hay más. Cuando reflexiono acerca de mi propio pasado, casi no puedo encontrar momentos en los que no haya sido conducida por esta necesidad interna. No digo que si no la hubiera tenido por mucho tiempo (cosa que nunca me ocurrió) no hubiera sentido el instinto, solo digo que necesitamos cierta evidencia porque sospecho que incluso el mínimo es menos de lo que se cree...sé que me convencí de la mayor parte del sexo que experimenté, probablemente buscando “orgamos sobrecogedores” que fueron probablemente un engaño de todas formas. ¿Qué ocurriría si nadie me dio esas palabras con las que me convencí? Comienzo a desconfiar de todo. Me recuerda a las líneas de Notes From the First Year: algo con lo que mejor jugarías ping-pong."
No hay dudas de que hay necesidades internas o al menos inclinaciones. Pero una inclinación también puede estar culturalmente construido como una obsesión. Personalmente sospecho  que algunas formas de urgencia sexual puedan ser innatas. Los seres humanos que nacieron antes  de una organización social institucionalizada del sexo y antes de las imágenes a todo color de las revistas urgían también a las mujeres a “Ser Alguien”.
Y si resulta que esa urgencia no es tan fuerte, quizás sea bueno mantenerla (es decir reforzarla) si logra que la gente consiga el placer físico o los placeres de la intimidad. Pero se debe dar por sentado que es placer para ambas partes, siempre, lo que significa que nunca puede ser institucionalizado por ley o cultura. Y si es un “impulso” básico sentido por ambos varón y mujer, no necesita institucionalizarse para asegurar su supervivencia.
Lo que vemos cuando miramos dentro puede corresponder muy pobremente con la realidad. Estamos saturados con historias de lo que hay dentro. Más aún, estamos saturadas con todo esto de por vida, y nos ha hecho ser lo que somos. Sentimos que necesitamos el sexo, pero el tema es muy confuso. ¿Qué necesitamos realmente? ¿Compañerismo? ¿Amabilidad? ¿Lo necesitamos física o psicológicamente?
El sexo, el acto sexual es el objetivo último de tanta ansiedad, determina y consume, y no es necesariamente lo que estamos buscando, tanto como la ansiedad consumista del producto publicitado construye una necesidad neurótica. Físicamente, hay una tensión y una liberación, al menos para el varón, cuando la excitación es seguida de orgasmo. Con la mujer incluso este tema físico está mucho menos claro: la mayoría de las mujeres no tienen orgasmos. Muy pocas siempre los tienen. Creo que todas acordaríamos que ésta no es la razón por la cual vamos a la cama con un varón. De cualquier modo, un orgasmo para una mujer no es una descarga en el mismo sentido que lo es para un varón, en tanto y en cuanto somos capaces de un número indefinido de ellos, permaneciendo todo el tiempo excitadas, limitadas solo por el cansancio. La liberación que sentimos, entonces, es psicológica. Una tensión psicológica para obtener a este hombre, por poseerlo en un sentido íntimo. Esto se libera cuando “lo conseguimos” mediante “su orgasmo”. Así disfrutamos del placer del acercamiento porque él está más abierto a nosotras (en tanto él esté abierto, y no se gire en la cama y se ponga  a dormir o se salté fuera del lecho para hacer algo más, puesto que su atención se distrae fácilmente).
Sin negar que la sexualidad es placentera, sugiero que lo que buscamos es cercanía, fusión, quizás algún tipo de olvido del yo que disuelva el terrible aislamiento del individualismo. El argumento del placer no me impresiona mucho. Muchas cosas son placenteras sin tener la idea de que no se puede vivir sin ellas, incluso un contexto revolucionario. Por ejemplo ciertas comidas, la música, las drogas, cuyo placer físico se compara favorablemente al buen sexo.
Más aun, la destrucción del sentido de aislamiento a través de la comunicación, la amabilidad, y las causas comunes están disponibles para otras mujeres cuando trabajamos juntas en la lucha contra la opresión  Con otras mujeres podemos ser mas que amigas, somos hermanas. Sería un error barrer con la fuerza espiritual de la sororidad, o sobrestimar el consuelo en brazos de un hombre, porque así es tradicionalmente.
Lo que quiero sugerir es que el sexo no es por naturaleza ni maligno ni destructivo sino que no es una necesidad física absoluta: la creencia de que es una necesidad física absoluta es maligna y destructivo puesto que estipula el comportamiento que crece de ese presupuesto. Muchos de nosotros vemos las relaciones sexuales como malignas y destructivas en una sociedad donde la deshumanizción, la explotación y la opresión de las mujeres está tan arraigada a nuestra cultura. Buscamos la excepción, los raros casos donde tenemos, o al menos pensamos por un momento que tenemos, al hombre correcto y las circunstancias correctas.
Pero incluso en el amor estamos limitadas cuando creemos que debemos coger para expresar amor. Estamos programas para pensar que no solo es el sexo la única forma de demostrar o probar el amor, sino que es la única forma y la mejor de expresarlo. Y en esta sociedad peligrosa y alienante estamos siempre ansiosas de demostrar, probar, y expresar. Para los varones esto es doblemente así porque el sexo para él es la única forma de probar y expresar su virilidad,  mediante ambas la demostración de la potencia sexual y mediante la imposición de su voluntad sobre una mujer.
Esto es cierto hasta el punto de que estamos condicionadas por ese modelo único y nos volcamos a él acriticamente. Tenemos que desarrollar maneras de relacionarnos no sexuales, tanto para varones como para mujeres. La obsesión con la sexualidad de sexo genital, con coger penetrativamente en particular, nos engaña y nos quita un mundo de ricas posibilidades. Creemos que el amor es el sexo, sexo genital. Por eso no podemos amar a varones y mujeres si no estamos interesadas sexualmente. El afecto también está identificado con la genitalidad, y a excepción de niños y mascotas y algunos parientes, el afecto físico debe estar limitado a nuestro compañero sexual varón. Incluso se asume que la comunicación, el contacto humano, el entendimiento  está disponible en la intimidad del contacto sexual genital.
Todo deseo de amor, compañerismo, afecto físico, comunicación y gentileza debe traducirse en deseo de sexo.  Esto patéticamente estrecho, imposiblemente limitante. Especialmente  puesto que puede decirse que esta comunicación, esta generosidad, esta camaradería y este afecto no es tan común allí. Esto es lo que queremos, pero debemos preguntarnos como a un medicamente que dice realizar lo que necesitamos: ¿Esto es realmente lo que hace? Y si no, quizás sea un fraude.
De hecho, como han observado con frecuencia las mujeres, el sexo puede ser una buena manera de arruinar una buena amistad. Ya sea porque un varón no puede tratarlas como iguales cuando él se involucra tanto sexualmente o ya sea porque él no sabe cómo tratar igualitariamente en una relación sexual, o porque estaba a la conquista consciente o inconscientemente de la mujer.
Otro problema es que el varón tiene una mirada distinta sobre el amor y el sexo que la mujer. Suponen que están realizando inversiones iguales y similares. Se han hecho estudios sobre lo que los varones y las mujeres piensan del sexo, sobre lo que significa para ellos el amor. El afecto y el compañerismo viene primero en la lista de las mujeres, con la seguridad y otros elementos, el sexo está en 8º lugar. Para los varones el sexo está primero. El compañerismo y el afecto son objetivos secundarios para los hombres. Esta orientación para los varones, junto con el conjunto de actitudes culturales  (y miedos) que ellos tienen para con las mujeres, hacen de la relación sexual amatoria un lugar empobrecido para que una mujer busque comunicación y entendimiento.
Sin embargo, mientras podamos hacer pedidos claros de las relaciones, insistir que un varón cumpla ciertos requerimientos o mientras nosotras podamos estar bien sin ellos, entonces podemos tener la cabeza fuera del agua. Estos requerimientos pueden ser: 1) él está interesado en mi, no solamente en un sentido sexual, o porque estoy a mano; 2) él no es indiferente aparte de el sexo, tiene sentimientos tiernos, es leal, quizás me ame; 3) él me respeta como persona, quiere discutir conmigo, no me intimida, ni me da sermones o menosprecia mi opinión y proyectos.
Cuando no somos libres, o no nos sentimos libres, realizar este mínimo set de pedidos en una relación es realmente problemático. Y no estamos libres cuando estamos bajo el control de estos falsos condicionamientos que decreta que necesitamos sexo. No somos libres si creemos las ominosas advertencias de la cultura que estaremos “calientes” (que insensible y ofensiva palabra) y frustradas y neuróticas y finalmente nos secaremos como uvas pasas y tendremos que abandonar la esperanza de ser buenas, creativas, y efectivas. No somos libres de creer que nosotras, como los animales más bajos, somos conducidas por algo que no es instintivo e ineluctable sin esperanza y sin razón. Si creemos en todo eso, entonces, debido a la escasés de relaciones constructivas y saludables entre varones y mujeres en el mundo de hoy, tenemos que aceptar, incluso buscar, relaciones malignas y destructivas donde somos usadas, y aceptamos esas humillación en devolución por los privilegios de usarlo a el.
Si fuera necesario que necesitamos sexo de los varones, sería una desgracia que condenaría nuestra lucha. (Mientras tanto, la creencia de que es verdad puede servir a la misma función). Afortunadamente, no es cierto. Cuando buscamos sexo, es por una elección consciente e inteligente. Deseamos experimentar a través de la intimidad, la calidez humana, la comunicación, la fusión uterina y el olvido,  con una apertura similar a la de los niños. Lo hacemos porque creemos que es correcto. Puede ser que estemos equivocadas. Puede ser que creamos que es lo correcto porque pensamos que si no hacemos eso nos convirtamos en perras neuróticas. Pero no lo hacemos porque seamos seres sexuales que no pueden negar su sexualidad. De acuerdo a este argumento, tener sentimientos sexuales o una energía que puede rápidamente convertirse en energía sexual, y sin embargo elegir no involucrarse en sexo sino usar la energía en algo más, o en una prioridad más alta, es negar la sexualidad.
Esto es lo que los varones nos hacen. (Ellos no usan esta lógica para sí mismos). Porque ellos solo nos relacionan sexualmente, concluyen que solo somos seres sexuales. Si funcionamos a otro nivel, algo anda mal, y de hecho negamos que somos primariamente seres sexuales. Pero, solo si somos meramente seres sexuales, exclusivamente seres sexuales, poner nuestra energía en otra cosa  indica la negación. (El gran científico o artista o escritor que coloca toda su energía en su trabajo no niega nada -eso sería un insulto;  el solo siente que su trabajo es más importante).
Personalmente, reconozco tener deseos sexuales. Su naturaleza u origen están abiertos al debate, pero no tengo dudas que hay una realidad física y objetiva involucrada hasta algún punto. Sin embargo, yo sola decidiré qué importancia tienen esos sentimientos en mi vida. No vivimos en una sociedad ideal,  y los personajes o estilos de vida post-revolucionarios pueden enlentecer la revolución o hacerla imposible. El hecho de que en una buena sociedad las mujeres puedan querer producir niños, al menos hasta la perfección de los vientres artificiales, no es razón para que yo me retire de la lucha  pariendo hijos bajo las condiciones actuales. De manera similar, la creencia de que el sexo vaya a tener un lugar en una buena sociedad no significa que deba entregarme a él ahora. Esa decisión debe estar basada en las condiciones objetivas presentes.
Déjenme decir algo acerca de las condiciones actuales. Somos discapacitados viviendo en un mundo destructivo y maligno. Tenemos mucho trabajo que hacer además de vivir. Y ese trabajo no es solo liberar personas y hacer la revolución. Tenemos que rehacernos mediante el conocimiento de nosotrxs mismxs y de nuestras potencias, mediante el aprendizaje del auto respeto y del respeto y del trabajo con otra mujer. Tenemos que vencer todos los patrones autodestructivos que nos han enseñado a lo largo de toda una vida de ser mujer.
Este trabajo de reclamarnos y hacer la revolucion en la mente de las mujeres para  liberarnos es el más importante. Si una relación sexual particular o un encuentro es conveniente, apropiado y placentero, si no es humillante o posesivo o estéril, podés elegir invertir alguna parte de tu precioso ser en eso.
Pero recordá cuán precioso tu tiempo y tus energías y tu ego son, y respetate lo suficientemente como para insistir que la recompensa tiene que ser tanta como la inversión.



Sobre Dana Densmore:  estuvo activa en el movimiento de mujeres de Boston desde 1968. Ella ayudó a comenzar la publicación para la liberación de la mujer No More Fun and Games, The Female State,  y sus energías han estado dedicadas a la diseminación de ideas y el análisis crítico para la revolución feminista. Su segunda prioridad fue la autodefensa. Estudió  Tae Kwon Do  en la escuela de artes marciales feministas de  Jayne West. Fue miembro de  Cell 16, que publicaba la revista y era un grupo de estudio feminista.


FUENTE: http://luddismosexxxual.blogspot.com



KATE MILLET: SOMOS LAS MUJERES INCAPACES DE HONRAR NUESTRA PROPIA HISTORIA








¿Somos las mujeres incapaces de honrar nuestra propia historia?
KATE MILLET
Otra temporada en la granja, no tan mala, pero no la mejor. No puedo pasar todo el día leyendo, así que escribo, o intento hacerlo. Ejercicio inútil. Mis libros están fuera de impresión, aún Política Sexual, y el manuscrito acerca de mi madre no puede encontrar una editorial.
Intento también conseguir un empleo. Al principio las voces académicas fueron amables y abrieron sus puertas imaginando que soy rica y hago esto por diversión. Con un ligero tono de culpa me ofrecen mi nuevo sueldo de esclava: U$S 3,000 al año. ¡Pero yo no podría vivir con eso!, reclamo. «Nadie podría», sonríen desde sus puestos de U$S 50-80,000. Una plaza docente real parece ser imposible ahora, y no sólo en mi caso. Tengo amistades con doctorados ganando tan poco como U$S 12,000 al año, viviendo una intrincada existencia corriendo en automóvil por cinco escuelas diferentes y en el límite económico. Estoy muy vieja para eso y debo ganar mejor. «¡Oh, el presupuesto!», musitan, «realmente no tenemos fondos, a pesar de lo mucho que nos gustaría tenerla con nosotros».

«¿Seguramente estoy calificada como académica acreditada con años de experiencia docente y un doctorado con honores de Columbia y Oxford First, ocho libros publicados?», pregunto. Ellos me llamarán.... Pero nunca lo hacen.

Empiezo a preguntarme ¿en qué estoy mal? ¿Estoy demasiado fuera de línea o demasiado vieja? Tengo 63 años. O, ¿soy la vieja ante la nueva escuela feminista? O, ¿es algo peor? ¿He sido denunciada o desacreditada? ¿Por quién? ¿Qué pasa? ¡Mis modales!..., Dios sabe que soy lo suficientemente amable con esta gente. ¿Mi feminismo me ha hecho abrasiva?

No puedo conseguir empleo. No puedo ganar dinero. Excepto vendiendo árboles de Navidad, uno por uno. No puedo enseñar y no tengo nada más que ser granjera. Y cuando físicamente ya no pueda, ¿qué haré entonces? Nada de lo que escribo ahora tiene prospecto de verse impreso. De todos mis supuestos logros, no tengo ninguna habilidad vendible.

Da miedo ese futuro. Cuando se acaben mis ahorros, ¿qué pobreza habrá por delante, qué mortificaciones? ¿Por qué imaginé que sería diferente, que mis libros me darían algún magro ingreso, o que al menos podría dar clases en el momento en el cual casi todas las demás docentes se retiran?

Desde mi libertad de escritora y artista he servido todos estos largos años. Sin salario, he logrado sobrevivir con lo poco que acostumbro, y hasta guardar un poquito, para invertir en una granja y convertirla en una colonia de mujeres. Los ahorros pueden durar unos siete años. Así que en siete años debo morirme. Pero probablemente no será así, las mujeres en mi familia viven para siempre. Tanto como me cansa la vida sin propósito o sin trabajo significativo que la haga soportable, no puedo morirme porque en el momento en que lo haga, mi escultura, dibujos, negativos y serigrafías serán tiradas al basurero.

The Feminist Press, el otoño pasado, me ofreció quinientos dólares por reimprimir Política Sexual. No sólo les tomó 12 meses hacer la oferta sino que tampoco podían hacerlo antes del año 2000, ya que necesitaban encargar uno o dos prefacios de lujo escritos por académicas en estudios de la mujer, más jóvenes, más maravillosas. Mi agente y yo nos sentimos felices de rehusar su oferta. Subieron la oferta a mil dólares.

Aunque el libro está siendo celebrado en una antología de los 10 libros más importantes que la casa Doubleday ha publicado en sus 100 años de existencia, los poderes de esta editorial se rehusan también a imprimirlo. Una joven editora de Doubleday le dio a entender a mi agente que el trabajo teórico feminista más reciente y «en el clima actual», de alguna manera había convertido a mi libro en obsoleto. Estoy fuera de moda en la nueva industria de las casitas académicas del feminismo.

Recientemente un libro preguntaba: ¿Quién se robó al feminismo? Yo no fui. Ni fue Ti-Grace Atkinson. Ni Jill Johnston. Todas estamos fuera de impresión. Nosotras no hemos podido construir lo suficiente para crear una comunidad o seguridad. Algunas mujeres en esa generación desaparecieron para luchar su destino solas en el olvido. Otras, como lo hizo Shula Firestone, desaparecieron en los asilos y aún no regresan para contarlo. Hubo tristezas que sólo pueden terminar con la muerte: María del Drago escogió el suicidio, también lo hizo Ellen Frankfurt, y Elizabeth Fischer, fundadora de Aphra, el primer periódico literario feminista.

Elizabeth y yo solíamos encontrarnos en las tardes en un cómodo y antiguo café hippy en Greenwich Village. Allí, en público para evitar los peligros de la privacía suicida en casa, escribió algunos de los pasajes más densos de The Loony Bin Trip. Ella terminó el libro que fue el trabajo de su vida. Probablemente no estaba teniendo la recepción que ella esperaba en el ya saturado nuevo mercado de textos de estudios de la mujer, escritos por repentinas especialistas en este campo. Elizabeth y yo, junto a un «desayuno de tarde» conversábamos disfrazando cuidadosamente nuestras miserias. Las feministas no se quejaban entre sí entonces, cada una imaginaba que la soledad y sensación de fracaso era única. Los grupos de auto-conciencia ya no existían. Una no tenía colegas: Nueva York no es un lugar cálido.

Elizabeth está muerta ahora y yo debo vivir para contar la historia, esperando decirle a otra generación algo que quisiera que sepan sobre la larga lucha de la liberación de la mujer, algo acerca de la historia de Estados Unidos y la censura. Quizás pueda también tener la esperanza de explicar que el cambio social no llega fácil, que las pioneras pagan un precio alto y una soledad innecesaria por aquello que sus sucesoras toman por hecho. ¿Por qué las mujeres parecen particularmente incapaces de observar y honrar su propia historia? ¿Qué vergüenza secreta nos hacen tan obtusas? Ahora tenemos una laguna entre la comprensión de una generación y la siguiente, y hemos perdido mucho de nuestro sentido de continuidad y camaradería.

Pero también he pasado 40 años como una artista, habituada al filo existencial y aun conforme proclamo que todo está perdido, estoy planeando un regreso... imaginando una sinecura en derechos humanos para la extrema tercera edad, ediciones de las colecciones de mis trabajos y gloria final.

Justo la semana pasada, después de una cena y una buena obra de teatro, soñando despierta sumaba las rentas de la granja y veía la manera de hacer arreglos: el techo viejo, pintar las construcciones... Empacando mis sumas, extasiada porque finalmente pagué mis tarjetas de crédito, garabateando a las tres de la mañana que plantaré rosas otra vez, último gesto de éxito. Habré ganado después de todo. Vivir bien es la mejor venganza.

Mis ahorros analizados a la luz de la magia aritmética computarizada en un programa que tiene el The Elder, más la porquería de rata de mi seguro social sellan mi determinación. Al parecer, podría estar liberada de las humillaciones de buscar un empleo regular, de la obediencia institucional, de la discreción o reglamentación. Parece que, con una existencia mínima de supervivencia, puedo permanecer libre y bohemia, una artista-escritora ocupada y libre de empleo remunerado. Libre al fin -esperando vivir realmente cerca del suelo.


(*)Una más larga versión de este artículo apareció en la revista US Magazine, en su especial de verano, 1988. Esta versión se tomó de The Guardian, Londres, junio, 1988.
Traducción para T.J. de Amparo Jiménez.


(*) Sobre Kate Millett .
Nació en 1934, en St Paul, Minesota. Educada en la Universidad de Minnesota, St. Hilda, Oxford y Columbia, Nueva York..
Se muda a Japón en 1961. Se casa con un colega escultor Fumio Yoshimura en 1965. Se separa en los 70.
Publica Politica Sexual (1970), Los papeles de la Prostitución (1973), Volando, su autobiografía (1974), Sita (1977), acerca de su romance con otra mujer. 

Activa en la política feminista a finales de los 60 y 70, en 1966 fue miembra del comité de NOW (National Organisation for Women - Organización Nacional para Mujeres).
En 1979 fue a Irán a trabajar por los derechos de las mujeres; fue expulsada.
En 1990 publicó The Loony Bin Trip, acerca de su colapso nervioso.
En 1991 estuvo de regreso en las noticias cuando Oliver Reed, borracho, trató de besarla en C4’s After Dark.
En 1994 publica La Política de la Crueldad.
  
FUENTE: LA JORNADA/MÉXICO http://www.jornada.unam.mx/1999/02/01/kate-millet.htm

AUDRÉ LORDE: LAS HERRAMIENTAS DEL AMO




LAS HERRAMIENTAS DEL AMO NO DESMANTELARÁN NUNCA LA CASA DEL AMO

"Las que estamos fuera del círculo de la definición que esta sociedad da de mujeres aceptables; las que hemos sido forjadas en las encrucijadas de las diferencias -las que somos pobres, que somos lesbianas, que somos negras o que somos más viejas -sabemos que la supervivencia no es una habilidad académica. Es aprender cómo estar en pie sola, impopular y a veces vilipendiada, y cómo hacer causa común con esa otra gente identificada como ajena a las estructuras, con el fin de definir y buscar un mundo en el que todas nosotras podamos prosperar. Es aprender cómo coger nuestras diferencias y convertirlas en potencias. Porque las herramientas del amo no desmantelarán nunca la casa del amo. No permitirán ganarle provisionalmente a su propio juego, pero jamás nos permitirán provocar auténtico cambio. Y este hecho sólo resulta amenazador para esas mujeres que todavía definen la casa del amo como su única fuente de apoyo”.
Audre Lorde

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