(Tal como fue publicado en Radical
Feminism, Anne Koedt, Ellen Levine, Anita Rapone, eds. [Quadrangle, 1973])
Los seres humanos somos criaturas que
hacemos surgir de la tierra nuestra integridad, nuestra voluntad libre y
objetiva. No solo estamos influenciados por lo que está a nuestro alrededor,
sino también estamos condicionados y creados por eso mismo que nos rodea. Los
deseos e incluso las necesidades pueden ser creadas. Estamos familiarizados con las ingeniosas
técnicas de marketing que se aplican en Madison Avenue para generar inseguridad
con el objetivo de ofrecer productos y
servicios como medios para conseguir seguridad. Las técnicas más efectivas
apuntan a nuestros miedos de no ser
socialmente aceptables, no ser amados, no ser sexualmente atractivos.
Las semillas de esta inseguridad existe en
una sociedad cuya ideología individualista aísla a la gente y arroja la culpa
de inadaptación y fracaso sobre el individuo. Constantemente oímos las
variaciones de este tema. Se usa para evitar admitir que cualquier cosa puede
estar mal con la manera en la que nuestra sociedad se funda: "si no podés
adaptarte satisfactoriamente a la vida, es tu problema: quizás un profesional
pueda ayudarte”, “no trates de cambiar el mundo, mejor liberá tu mente”.
Y lo oímos arrojado como respuesta a la
amenaza de la liberación de las mujeres: “te intimida que un varón pueda
menospreciarte”; “abandona tu familia si es opresiva”; “si no te gusta la
manera en la que te tratan tus amantes, arrójalos lejos de tu cama”; “es tu
culpa si no conseguís un buen trabajo –estás permitiendo que te desanimen,
tomaste un curso poco desafiante y femenino en la universidad”.
El presupuesto que se asume en todos estos
dichos es la ideología individualista: si no podés hacer algo que es
teóricamente posible (o que se supone que es teóricamente posible) es por una falla personal y consecuentemente no
podés quejarte de manera legítima; lo cual aísla a la gente y la vuelve
insegura y con baja autoestima. Incluso puede llevar a las personas a
menospreciarse, porque ven en ellas mismas tantas supuestas debilidades y
problemas psicológicos que les impiden ser felices, bien adaptadas, y
efectivas. Esta es una características de nuestra sociedad que nos aísla a
todos, no solo a las mujeres. (Aunque las mujeres, siendo las más oprimidas,
son forzadas a culparse a ellas mismas por su impotencia, y a menospreciarse
más y son las que más aisladas se quedan y con más miedo y más ansiedad de que
nadie las ame.)
El mismo aislamiento que la ideología
individualista impone nos hace desear
aún más ser amadas y aceptar y temer más no serlo. Pero no podemos escapar
a nuestros miedos de no ser amadas: “¿Quién me deseará?”, nos preguntamos,
“Tengo todas estas taras.” La solución ofrecida para todo esto es abrirse hasta
que podamos fusionarnos sin egoísmos con otra persona. En muchos casos se trata
explícitamente de sexo. Sin embargo, se cual sea la solución, siempre se apunta
al sexo de un modo u otro. El sexo es magia, y asume una vida propia,
haciéndolo todo interesante, y valioso. Por eso, pasamos horas probándonos mini
vestidos, cargándonos con tintineantes collares, suaves pantimedias blancas, y
brillante base facial. Es en esto en lo que muchas chicas – que podrían estar
luchando por la liberación de la mujer- despilfarran energía valiosa, como una
parte indispensable de sus vidas. Malgastan y disipan su valioso tiempo y
talentos y su fuerza emocional para ser atractivas a los varones y solucionar
las cosas con sus amantes para que el “amor” sea menos degradante. Muchas veces
todo lo que cosechan es desmoralización, egos dañados, extenuación emocional.
Bajo la bandera de “no negar nuestra sexualidad” y señalando la
represión del pasado cuando las mujeres
no tenían derecho a ningún placer en sus cuerpos, muchas de nosotras abrazamos
la sexualidad y su expresión de manera acrítica. Como si el presente exceso
pudiera resarcir el pasado. ¿Es esto cierto?- excepto por los miedos de la
noche de los muertos vivos, somos sexualmente frustradas, freaks neuróticas,
que nuestros detractores nos acusan con ser. ¿Estamos cazando la realización
sexual porque tenemos que probar que nuestras políticas no son solo el
resultado de un buen polvo?
Luego está
el tema de los orgasmos. Entre aquellas que nunca se pudieron adaptar
bien y ser suficientemente mujeres para conseguirse un orgasmo cuando son
vaginalmente estimuladas por un varón, algunas, al descubrir que su vergüenza y
miseria no es única, sino por el contrario extremadamente común y debido
directamente a causas anatómicas, reaccionan frente a este descubrimiento
sintiendo que deben compensar este sentimiento demandando todo la realización
física que le han estado proveyendo al varón y perdiéndose ellas mismas al hacerlo. Lo que perdimos no
son una X cantidad de veces de placer físico. El sufrimiento que innumerables
mujeres han padecido debido a que se les dijo que si no tenían orgasmos
vaginales eran frígidas, que estaba neuróticas y eran egoístas o poco mujeres y
sexualmente inadaptadas y no podían entregarse y secretamente estaban
resentidas por el poder de sus maridos y los envidiaban. Este sufrimiento nos
rompe el corazón y nos deja estupefactas.
La liberación de la igualdad sexual y el
derecho al placer sexual es la solución del futuro. ¿Pero hay solución para el
pasado? ¿Es una solución salir y recolectar orgasmos para poder compensar todos
esos años de frustración e inculpamiento? Yo digo que no podremos nunca
compensar el sufrimiento y ciertamente no unicamente por medio de una sensación
física. Y si tenemos en cuenta la recompensa psicológica de conseguirlo
finalmente, siento que no hay ningún
triunfo en este sentido, especialmente
cuando aún estoy luchando los viejos hábitos y las viejas culpas que
permanecen tiempo después de que el intelecto y la voluntad ya han dado su
salto.
La peor parte tiene que ver con el hecho de
que incluso durante la perfecta relación sexual, y el mutuo placer sin culpa,
incluso allí estamos oprimidas. Después de todo, algunas mujeres se las
arreglan para tener orgasmos vaginales, y continúan oprimidas, de hecho, así se
supone que debías conseguir un orgasmo – mediante el sometimiento completo a la
voluntad de un varón, amando ser una mujer y todo lo que eso implica. Las
relaciones sexuales en el mundo de hoy (y quizás también en el pasado) son
opresivas. El hecho de que tu amante te provea un orgasmo cambia solo una pequeña porción de esa
opresión (es decir la parte que dicta que tenés que verte como una criatura a
quien se le permitió solamente el placer mudo, sensual y semi-masoquista de que
te cojan y nunca el placer activo y trascendente de un orgasmo).
Si esa fuera la única justicia, o incluso
la mayor injusticia, que se nos ha realizado, estaríamos muy bien, de hecho.
Probablemente, podríamos soportarla sin mayor preocupación o miseria o sin
auto-reproches. Es la opresión general y la degradación que sufrimos en el
mundo que nos causa la humillación en el acto sexual, como Simone de Beauvoir
señala. Si no fuera por el sentimiento
de inadecuación e impotencia que aprendimos en otros aspectos de nuestra vida,
patearíamos a nuestro amante fuera de la cama cuando es poco gentil, desconsiderado
y arrogante.
Algunos hombres lavan los platos cada
noche. Y eso no hace libres a sus esposas. Por el contrario, es una de las
tantas cosas que ella debe agradecerle. Él, en el poder y la gloria de su
virilidad, condecendientemente hace algo por ella. Mientras los varones sean la
casta superior y tengan el poder político en las relaciones de clase, entre
varones y mujeres, continuará siendo un favor que él realiza por vos, sin
importar cuán imperiosamente se lo demandes. Y fuera de esa única cosa que
realiza, nada ha cambiado. No significará nada más hasta que las relaciones de
poder hayan cambiado.
Pero el tema no son solo los orgasmos. Ni
siquiera se nos permite involucrarnos en el acto sexual sin perder dignidad
social y respeto por el varón. No se nos permite amar, hacer el amor, sentir
placer al hacerlo incluso con nuestros maridos. A los varones se les ordenó
amar a sus esposas, a las esposas obedecerlos. Y esto es cruel e hipócrita.
Cualquier cosa que se nos haya negado en el
pasado, no se puede argumentar que el acceso al placer sexual se nos está
vedado hoy. Nuestro “derecho” a disfrutar de nuestros cuerpos nos ha sido
concedido casi como un deber o una obligación. De hecho, las cosas se han
torcido hasta el punto de que el “hecho” (un dispositivo de difamación) de que
no nos involucremos en el sexo se nos dice al oido y es usado por los varones
para desmotivar a “sus” mujeres de que se involucren con las feministas. Este
es un invento que me causa gracia cuando pienso en él. ¿Cómo pueden los varones
decir esto sin reírse? Deben temblar cuando piensan en perder el poder de
definir qué es lo correcto para una mujer. Porque es el poder lo que estamos
desafiando.
El derecho es un deber. La liberad sexual
no incluye ninguna libertad de declinar el sexo, de declinar ser definidas cada
vez por el sexo. El sexo es la nueva religión, que existe con idependencia de
los individuos que lo comparten. Los medios nos bombardean todo el tiempo con
esto. El sexo está en todas partes. Se nos lo fuerza de prepo en las gargantas.
Es la gran concesión que nos pone en nuestros lugares. Es lo que hace nuestros
aburridos mundos interesantes. En todas partes somos objetos sexuales, y
nuestro propio disfrute embellece nuestro atractivo. Somos lascivas. Usamos
minifalda y transparencias. Somos sexy. Somos libres. Corremos y saltamos de
cama en cama cuando queremos. Esta es la auto-imagen que nos construimos por
medio de los medios y la publicidad. Esta es nuestra realización. Y deja mucha
ganancia. Nos coloca en nuestro lugar sintiéndonos afortunadas por tener ese
lugar: la libertad de consumir, consumir, consumir hasta que nos traguemos al
mundo. Nos hace ver libres y activas (activamente, libremente, solicitamos sexo
de los varones)
Y la gente parece creer en la libertad sexual
(incluso cuando es solo la libertad de ofrecerse como objeto de deseo). Cuando
los varones nos dicen “¿Pero acaso ya no están liberadas?”, lo que quieren
decir “Les dijimos que estaba bien dejarse coger por nosotros, que la culpa era
neurótica, que la castidad era una pérdida, que casi se están entregando en las
calles, ¿qué más quieren?” La presunción inarticulada detrás de este
malentendido es que las mujeres somos puramente seres sexuales, cuerpos y
sensualidad, máquinas de coger. De allí que nuestra libertad solo signifique
libertad sexual.
La libertad espiritual, intelectual, la
libertad conta la invación de la privacidad, y los insultos de degradantes
estereotipos, todo esto es apropiado para los varones, que se preocupan de esas
cosas y pueden apreciarlas. Las mujeres, recuerden, somos seres sexuales,
suaves, emocionales, expresivos, que se entregan, cercanas a la tierra,
físicas, atrapadas por el miedo, el disgusto y la deliciosa carne demasiado
perecedera. Para estas criaturas presumir un territorio de trascedencia por
encima de esto es un horror impensable, que mancha los elevados y puros reinos
de la voluntad y el espíritu donde accedemos por sobre la carne.
Desafortunadamente, las oprimidas
habitualmente adoptan la psicosis de la clase dominante, transformadas, a
veces, hasta que no se la vea maligna, intelectualmente deshonestas sino cuando
razonablemente ellas aceptan la realidad. Y para las oprimidas la realidad es
lo que la clase dominante cree. Reconocemos que tenemos un intelecto, y quizás
lo usemos abiertamente con varones sofisticados y tolerantes. Pero todavía
reconocemos que en tanto y en cuanto somos mujeres, somos blandas, emocionales,
expresivas, entregadas, cercanas a la tierra, dominadas por nuestra sensualidad
y nuestra innegable y profunda sexualidad.
Hay recompensas por creer en todo esto todo
esto. Cuando nos perdemos en la entrega sexual, hacemos que ese varon
analítico, sin emociones, duro, racional y dominante, rechace esa necesidad
total y desquiciada de la carne que él gusta prodigarse por encima de todo. Y
no se cuestiona que para una mujer el amor sexual contiene como fuerte
componente el deseo de ser poderosa por medio de una unión con el poder. Ella
se ve a sí misma impotente y sin efecto, y a él como el dominante competente.
Ella desea ese deseo de competencia y de confianza que él tiene por saber que
este es “su mundo”. En la intimidad y el éxtasis del sexo, ella se extravía y
se convierte en una con él.
Los niños a los que se les ha dicho una y
otra vez que son mentirosos y ladrones se convierten en mentirosos y ladrones.
A la gente que se le dice una y otra vez que están locas se vuelven locas. Si
se nos dice una y otra vez que somos seres con necesidades sexuales profundas,
es probable que descubramos que lo
somos. Especialmente cuando se enfatiza que esas que no sienten esas
necesidades son frígidas, neuróticas, sexualmente inadaptadas) que para una
mujer quiere decir inadaptadas con respecto a los varones), secas, infecundas,
lastimeras.
El estereotipo es el de la
auto-realización. Una mujer que no puede disfrutar del sexo, por la razón que
sea (su marido le resulta repulsivo, o su estilo como amante o porque la trata
mal en la cama), amargamente cree que está perdiendo su realización como mujer,
un placer extrasensorial que hará todo el resto de su existencia miserable. Es
inútil argumentar que no estamos programadas para desear el sexo, alcanzarlos y
necesitarlo. Incluso cuando sabemos que algo es falso, nuestro condicionamiento
nos conduce a actuarlo. En este punto es muy difícil definir qué es verdad y
que es falsedad.
Una mujer que llega a los 40 escribe: “
Ahora me doy cuenta que es un instito, pero creo que hay más. Cuando reflexiono
acerca de mi propio pasado, casi no puedo encontrar momentos en los que no haya
sido conducida por esta necesidad interna. No digo que si no la hubiera tenido
por mucho tiempo (cosa que nunca me ocurrió) no hubiera sentido el instinto,
solo digo que necesitamos cierta evidencia porque sospecho que incluso el
mínimo es menos de lo que se cree...sé que me convencí de la mayor parte del
sexo que experimenté, probablemente buscando “orgamos sobrecogedores” que
fueron probablemente un engaño de todas formas. ¿Qué ocurriría si nadie me dio
esas palabras con las que me convencí? Comienzo a desconfiar de todo. Me
recuerda a las líneas de Notes From the First Year: algo con lo que mejor
jugarías ping-pong."
No hay dudas de que hay necesidades
internas o al menos inclinaciones. Pero una inclinación también puede estar
culturalmente construido como una obsesión. Personalmente sospecho que algunas formas de urgencia sexual puedan
ser innatas. Los seres humanos que nacieron antes de una organización social institucionalizada
del sexo y antes de las imágenes a todo color de las revistas urgían también a
las mujeres a “Ser Alguien”.
Y si resulta que esa urgencia no es tan
fuerte, quizás sea bueno mantenerla (es decir reforzarla) si logra que la gente
consiga el placer físico o los placeres de la intimidad. Pero se debe dar por
sentado que es placer para ambas partes, siempre, lo que significa que nunca
puede ser institucionalizado por ley o cultura. Y si es un “impulso” básico
sentido por ambos varón y mujer, no necesita institucionalizarse para asegurar
su supervivencia.
Lo que vemos cuando miramos dentro puede
corresponder muy pobremente con la realidad. Estamos saturados con historias de
lo que hay dentro. Más aún, estamos saturadas con todo esto de por vida, y nos
ha hecho ser lo que somos. Sentimos que necesitamos el sexo, pero el tema es
muy confuso. ¿Qué necesitamos realmente? ¿Compañerismo? ¿Amabilidad? ¿Lo
necesitamos física o psicológicamente?
El sexo, el acto sexual es el objetivo
último de tanta ansiedad, determina y consume, y no es necesariamente lo que
estamos buscando, tanto como la ansiedad consumista del producto publicitado
construye una necesidad neurótica. Físicamente, hay una tensión y una
liberación, al menos para el varón, cuando la excitación es seguida de orgasmo.
Con la mujer incluso este tema físico está mucho menos claro: la mayoría de las
mujeres no tienen orgasmos. Muy pocas siempre los tienen. Creo que todas
acordaríamos que ésta no es la razón por la cual vamos a la cama con un varón.
De cualquier modo, un orgasmo para una mujer no es una descarga en el mismo
sentido que lo es para un varón, en tanto y en cuanto somos capaces de un
número indefinido de ellos, permaneciendo todo el tiempo excitadas, limitadas
solo por el cansancio. La liberación que sentimos, entonces, es psicológica.
Una tensión psicológica para obtener a este hombre, por poseerlo en un sentido
íntimo. Esto se libera cuando “lo conseguimos” mediante “su orgasmo”. Así
disfrutamos del placer del acercamiento porque él está más abierto a nosotras
(en tanto él esté abierto, y no se gire en la cama y se ponga a dormir o se salté fuera del lecho para
hacer algo más, puesto que su atención se distrae fácilmente).
Sin negar que la sexualidad es placentera,
sugiero que lo que buscamos es cercanía, fusión, quizás algún tipo de olvido
del yo que disuelva el terrible aislamiento del individualismo. El argumento
del placer no me impresiona mucho. Muchas cosas son placenteras sin tener la
idea de que no se puede vivir sin ellas, incluso un contexto revolucionario.
Por ejemplo ciertas comidas, la música, las drogas, cuyo placer físico se
compara favorablemente al buen sexo.
Más aun, la destrucción del sentido de
aislamiento a través de la comunicación, la amabilidad, y las causas comunes
están disponibles para otras mujeres cuando trabajamos juntas en la lucha
contra la opresión Con otras mujeres
podemos ser mas que amigas, somos hermanas. Sería un error barrer con la fuerza
espiritual de la sororidad, o sobrestimar el consuelo en brazos de un hombre,
porque así es tradicionalmente.
Lo que quiero sugerir es que el sexo no es
por naturaleza ni maligno ni destructivo sino que no es una necesidad física
absoluta: la creencia de que es una necesidad física absoluta es maligna y
destructivo puesto que estipula el comportamiento que crece de ese presupuesto.
Muchos de nosotros vemos las relaciones sexuales como malignas y destructivas
en una sociedad donde la deshumanizción, la explotación y la opresión de las
mujeres está tan arraigada a nuestra cultura. Buscamos la excepción, los raros
casos donde tenemos, o al menos pensamos por un momento que tenemos, al hombre
correcto y las circunstancias correctas.
Pero incluso en el amor estamos limitadas
cuando creemos que debemos coger para expresar amor. Estamos programas para
pensar que no solo es el sexo la única forma de demostrar o probar el amor,
sino que es la única forma y la mejor de expresarlo. Y en esta sociedad
peligrosa y alienante estamos siempre ansiosas de demostrar, probar, y
expresar. Para los varones esto es doblemente así porque el sexo para él es la
única forma de probar y expresar su virilidad,
mediante ambas la demostración de la potencia sexual y mediante la
imposición de su voluntad sobre una mujer.
Esto es cierto hasta el punto de que
estamos condicionadas por ese modelo único y nos volcamos a él acriticamente.
Tenemos que desarrollar maneras de relacionarnos no sexuales, tanto para
varones como para mujeres. La obsesión con la sexualidad de sexo genital, con
coger penetrativamente en particular, nos engaña y nos quita un mundo de ricas
posibilidades. Creemos que el amor es el sexo, sexo genital. Por eso no podemos
amar a varones y mujeres si no estamos interesadas sexualmente. El afecto
también está identificado con la genitalidad, y a excepción de niños y mascotas
y algunos parientes, el afecto físico debe estar limitado a nuestro compañero
sexual varón. Incluso se asume que la comunicación, el contacto humano, el
entendimiento está disponible en la
intimidad del contacto sexual genital.
Todo deseo de amor, compañerismo, afecto
físico, comunicación y gentileza debe traducirse en deseo de sexo. Esto patéticamente estrecho, imposiblemente
limitante. Especialmente puesto que
puede decirse que esta comunicación, esta generosidad, esta camaradería y este
afecto no es tan común allí. Esto es lo que queremos, pero debemos preguntarnos
como a un medicamente que dice realizar lo que necesitamos: ¿Esto es realmente
lo que hace? Y si no, quizás sea un fraude.
De hecho, como han observado con frecuencia
las mujeres, el sexo puede ser una buena manera de arruinar una buena amistad.
Ya sea porque un varón no puede tratarlas como iguales cuando él se involucra
tanto sexualmente o ya sea porque él no sabe cómo tratar igualitariamente en
una relación sexual, o porque estaba a la conquista consciente o
inconscientemente de la mujer.
Otro problema es que el varón tiene una
mirada distinta sobre el amor y el sexo que la mujer. Suponen que están
realizando inversiones iguales y similares. Se han hecho estudios sobre lo que
los varones y las mujeres piensan del sexo, sobre lo que significa para ellos
el amor. El afecto y el compañerismo viene primero en la lista de las mujeres,
con la seguridad y otros elementos, el sexo está en 8º lugar. Para los varones
el sexo está primero. El compañerismo y el afecto son objetivos secundarios
para los hombres. Esta orientación para los varones, junto con el conjunto de
actitudes culturales (y miedos) que
ellos tienen para con las mujeres, hacen de la relación sexual amatoria un
lugar empobrecido para que una mujer busque comunicación y entendimiento.
Sin embargo, mientras podamos hacer pedidos
claros de las relaciones, insistir que un varón cumpla ciertos requerimientos o
mientras nosotras podamos estar bien sin ellos, entonces podemos tener la
cabeza fuera del agua. Estos requerimientos pueden ser: 1) él está interesado
en mi, no solamente en un sentido sexual, o porque estoy a mano; 2) él no es
indiferente aparte de el sexo, tiene sentimientos tiernos, es leal, quizás me
ame; 3) él me respeta como persona, quiere discutir conmigo, no me intimida, ni
me da sermones o menosprecia mi opinión y proyectos.
Cuando no somos libres, o no nos sentimos
libres, realizar este mínimo set de pedidos en una relación es realmente
problemático. Y no estamos libres cuando estamos bajo el control de estos
falsos condicionamientos que decreta que necesitamos sexo. No somos libres si
creemos las ominosas advertencias de la cultura que estaremos “calientes” (que
insensible y ofensiva palabra) y frustradas y neuróticas y finalmente nos
secaremos como uvas pasas y tendremos que abandonar la esperanza de ser buenas,
creativas, y efectivas. No somos libres de creer que nosotras, como los
animales más bajos, somos conducidas por algo que no es instintivo e
ineluctable sin esperanza y sin razón. Si creemos en todo eso, entonces, debido
a la escasés de relaciones constructivas y saludables entre varones y mujeres
en el mundo de hoy, tenemos que aceptar, incluso buscar, relaciones malignas y
destructivas donde somos usadas, y aceptamos esas humillación en devolución por
los privilegios de usarlo a el.
Si fuera necesario que necesitamos sexo de
los varones, sería una desgracia que condenaría nuestra lucha. (Mientras tanto,
la creencia de que es verdad puede servir a la misma función). Afortunadamente,
no es cierto. Cuando buscamos sexo, es por una elección consciente e
inteligente. Deseamos experimentar a través de la intimidad, la calidez humana,
la comunicación, la fusión uterina y el olvido,
con una apertura similar a la de los niños. Lo hacemos porque creemos
que es correcto. Puede ser que estemos equivocadas. Puede ser que creamos que
es lo correcto porque pensamos que si no hacemos eso nos convirtamos en perras
neuróticas. Pero no lo hacemos porque seamos seres sexuales que no pueden negar
su sexualidad. De acuerdo a este argumento, tener sentimientos sexuales o una
energía que puede rápidamente convertirse en energía sexual, y sin embargo
elegir no involucrarse en sexo sino usar la energía en algo más, o en una
prioridad más alta, es negar la sexualidad.
Esto es lo que los varones nos hacen.
(Ellos no usan esta lógica para sí mismos). Porque ellos solo nos relacionan
sexualmente, concluyen que solo somos seres sexuales. Si funcionamos a otro
nivel, algo anda mal, y de hecho negamos que somos primariamente seres
sexuales. Pero, solo si somos meramente seres sexuales, exclusivamente seres
sexuales, poner nuestra energía en otra cosa
indica la negación. (El gran científico o artista o escritor que coloca
toda su energía en su trabajo no niega nada -eso sería un insulto; el solo siente que su trabajo es más
importante).
Personalmente, reconozco tener deseos
sexuales. Su naturaleza u origen están abiertos al debate, pero no tengo dudas
que hay una realidad física y objetiva involucrada hasta algún punto. Sin
embargo, yo sola decidiré qué importancia tienen esos sentimientos en mi vida.
No vivimos en una sociedad ideal, y los
personajes o estilos de vida post-revolucionarios pueden enlentecer la
revolución o hacerla imposible. El hecho de que en una buena sociedad las
mujeres puedan querer producir niños, al menos hasta la perfección de los
vientres artificiales, no es razón para que yo me retire de la lucha pariendo hijos bajo las condiciones actuales.
De manera similar, la creencia de que el sexo vaya a tener un lugar en una
buena sociedad no significa que deba entregarme a él ahora. Esa decisión debe
estar basada en las condiciones objetivas presentes.
Déjenme decir algo acerca de las
condiciones actuales. Somos discapacitados viviendo en un mundo destructivo y
maligno. Tenemos mucho trabajo que hacer además de vivir. Y ese trabajo no es
solo liberar personas y hacer la revolución. Tenemos que rehacernos mediante el
conocimiento de nosotrxs mismxs y de nuestras potencias, mediante el
aprendizaje del auto respeto y del respeto y del trabajo con otra mujer.
Tenemos que vencer todos los patrones autodestructivos que nos han enseñado a
lo largo de toda una vida de ser mujer.
Este trabajo de reclamarnos y hacer la
revolucion en la mente de las mujeres para
liberarnos es el más importante. Si una relación sexual particular o un
encuentro es conveniente, apropiado y placentero, si no es humillante o
posesivo o estéril, podés elegir invertir alguna parte de tu precioso ser en
eso.
Pero recordá cuán precioso tu tiempo y tus
energías y tu ego son, y respetate lo suficientemente como para insistir que la
recompensa tiene que ser tanta como la inversión.
Sobre Dana Densmore: estuvo activa en el movimiento de mujeres de
Boston desde 1968. Ella ayudó a comenzar la publicación para la liberación de
la mujer No More Fun and Games, The Female State, y sus energías han
estado dedicadas a la diseminación de ideas y el análisis crítico para la
revolución feminista. Su segunda prioridad fue la autodefensa. Estudió Tae Kwon Do
en la escuela de artes marciales feministas de Jayne West. Fue miembro de Cell 16, que publicaba la revista y era un
grupo de estudio feminista.
FUENTE: http://luddismosexxxual.blogspot.com