“Crisis doméstica/reproductiva permanente”: Una entrevista
con Silvia Federici
Por Marina Vishmidt/La Haine
Con motivo de la publicación de una antología de sus
escritos y el depósito de un archivo de Wages for Housework NY archive (Salario
por Trabajo Doméstico NY)1 a Mayday Rooms2, Londres, Marina Vishmidt
entrevista a Silvia Federici sobre su extensa contribución al pensamiento
feminista y su reciente trabajo en el activismo contra la deuda (con
contribuciones de Mute, Mayday Rooms y George Caffentzis).3
Mute: En el texto “Salario Vs Trabajo Doméstico” (1975) te
refieres al problema de la imposibilidad de ver dónde “comienza y termina el
trabajo” de las mujeres (incluso el asalariado). De la misma manera en que el
grupo francés Théorie Communiste argumenta que “nosotras” no somos nada sin
sueldo, también hablas del problema de las mujeres que no reciben salario
alguno que pasan a considerarse fuera del “contrato social”. ¿Cómo refleja esto
la relación capital-trabajo hoy en día? ¿Cómo se ha generalizado esta situación
específica para mujeres y otros trabajadores? ¿Cómo debemos actuar ante la
perspectiva de que esto no sea “nada”? ¿Es esta aún una cuestión identitaria de
reafirmación o de desidentificación?
Silvia Federici: No
deberíamos suponer que aquéllos que no perciben salario, que trabajan fuera del
contrato social estipulado por un sueldo, no son “nada” ni que actúan y se
organizan desde una posición carente de poder social. Ni siquiera diría que
están fuera de la relación salarial, que considero más amplia que el salario en
sí mismo. Uno de los logros de la International Wages For Housework Campaign
(Campaña Internacional Salario por Trabajo Doméstico), que lanzamos en los
setenta, es precisamente que se desenmascaró no sólo la cantidad de trabajo que
las trabajadoras del hogar realizan para el capital, sino que con ello, también
señalamos el potencial poder social que este trabajo les confiere, ya que la
labor doméstica reproduce al trabajador y por lo tanto, es el pilar de
cualquier otra forma de trabajo. Vemos un ejemplo de este poder (el poder del
rechazo) en octubre de 1975, cuando las mujeres en Islandia fueron a la huelga
y paralizaron Reykjavik y otras partes del país donde también secundaron la
huelga quedaron paralizadas.
Sin lugar a dudas, el trabajo no remunerado se ha expandido
mundialmente y podríamos decir que se ha institucionalizado con la
“precarización del trabajo”. Pero debemos resistirnos a asumir que las
condiciones laborales se han vuelto más uniformes, que la particular relación
que tienen las mujeres domésticas con el capital se ha generalizado o que el
trabajo en general se ha “feminizado” a causa de la precarización del mismo.
Todavía son las mujeres las que realizan la mayor parte de las labores no
asalariadas en casa y estas no han sido nunca precarias. Al contrario, el
trabajo doméstico sigue siempre presente, incluso en vacaciones. El acceso a un
salario no ha liberado a las mujeres de las labores no remuneradas ni ha
cambiado las condiciones de su “lugar de trabajo” para permitirnos cuidar de nuestras
familias ni permitir a los hombres compartir las tareas del hogar. Aquellas que
tienen empleo actualmente trabajan más que nunca. Por tanto, en lugar de la
feminización del trabajo asalariado, podríamos hablar de la “masculinización”
del “trabajo de las mujeres”, ya que nuestros empleos nos han forzado a
adaptarnos a una organización del trabajo que aún está basada en la asunción de
que los trabajadores son hombres y que tienen mujeres en casa haciéndose cargo
de las tareas.
Si no entiendo mal, la cuestión de la “desidentificación”
gira en torno a la presunción de que nombrar la opresión específica que sufres
y/o identificar las peculiaridades de tu lucha como la lucha de un trabajador
de un sector concreto, implica reafirmarse, identificarse en tu situación
explotación. En otras palabras, que una lucha llevada a cabo por un esclavo, o
un trabajador asalariado o un ama de casa como tales nunca podrá ser una lucha
emancipadora. Sin embargo no estoy de acuerdo con esta posición. Poner nombre a
tu opresión es el primer paso para poder trascenderla. Para nosotras decir
“todas somos amas de casa” nunca significó abrazar este trabajo, era una manera
de denunciar la situación y visibilizar un terreno común como punto de partida
para organizar la lucha. Reconocer las vías específicas en que somos explotadas
es esencial para organizarse contra esta explotación. No te puedes organizar
desde “la nada”. “La nada” no es un terreno de reunión. No te sitúa en el
contexto, en una historia de luchas. Combatir desde una relación laboral
particular es reconocer nuestro poder para rechazarla.
También encuentro problemático referirse a formas concretas
de trabajo y explotación como “identidades”, un término que evoca
características esenciales y permanentes. Pero no hay nada fijo ni
“identificado” en las formas particulares de trabajo que realizamos, a menos
que decidamos desvanecernos en ellas, lo que Jean-Paul Sartre llamaría conducta
de “mala fe”. Cualquiera que sea la forma en la que se me explota, esa no es mi
identidad, a menos que me adhiera a ella, a menos que la convierta en la
esencia de quien soy y asuma que no puedo cambiarla. Pero puedo transformar mi
relación con esta identidad por medio de la lucha. Nuestra lucha nos transforma
y nos libera de las subjetividades y de las “identidades” sociales producidas
por la organización del trabajo. La cuestión clave es si nuestra lucha acepta
la continuación de relaciones sociales que incluyen la explotación, o tiene
como objetivo terminar con ellas.
Por la misma razón soy escéptica hacia a las voces que
llaman a la “abolición del género”.
Mujeres en todo el mundo están siendo explotadas, no
solamente como trabajadores en general o deudores, sino como personas de un
género específico, por ejemplo a través de la regulación de nuestra capacidad
reproductiva, una condición que es exclusiva de las mujeres. En los Estados
Unidos, mujeres negras y pobres corren el riesgo específico de ser despedidas
por estar embarazadas, según un informe de salud de enero publicado en los
EEUU. En Italia, las madres solteras que solicitan algún tipo de ayuda a los
servicios sociales se arriesgan a perder a sus hijos y que éstos sean dados en
adopción. De nuevo, las mujeres en prisión reciben un trato muy diferente al de
los hombres. Y podríamos seguir multiplicando los ejemplos. ¿Cómo combatir
estas “diferencias” sin usar categorías como el género o la raza? Tanto en los call
centers como en las prisiones el género y la raza importan, los jefes lo saben,
los guardias lo saben, y actúan conforme a ello; ignorarlo o intentar no verlo
hace que sea imposible responder, ya que para luchar contra esto es necesario
identificar los mecanismos que nos oprimen. A lo que nos debemos oponer es a
ser obligadas a existir dentro del esquema binario del masculino y femenino y a
la codificación de las formas específicas de comportamiento de género. Si “la
abolición del género” significa esto , entonces estoy plenamente a favor. Pero
es absurdo aceptar que cualquier clase de especificación de género debe pasar a
ser, siempre y necesariamente, un modo de explotación y que debemos vivir en un
mundo sin género. El hecho de que históricamente el género en toda sociedad
basada en la explotación laboral, se haya convertido en una función del trabajo
y un marco de valor social no nos obliga a dar por sentado que el género será,
siempre y necesariamente, un modo de explotación ni negar la existencia de
diferencias entre hombres y mujeres o asumir que cualquier distinción siempre
será un motivo de abuso. Incluso en el transcurso de los años que he vivido, el
significado de “mujer” ha cambiado enormemente. Lo que ser mujer significaba
para mi madre es muy diferente de lo que significa para mí. En mi propia
experiencia, por ejemplo, me he reconocido como mujer porque he estado involucrada
en el proceso de transformación del significado de ser mujer. Por lo tanto, de
algún modo la idea de que las identidades de género están congeladas, son
inmutables, es injustificada. Todos los movimientos filosóficos del siglo XX
han cuestionado esta idea. Desde el momento en que aceptas que se trata de
construcciones sociales, también reconoces que pueden ser reconstruidas. No
sirve para nada ignorarlas, apartarlas a un lado ni aparentar que somos “nada”.
Nos liberamos gracias a que admitimos nuestra esclavitud, porque en ese
reconocimiento están las razones para hacer nuestra lucha y para unirnos y
organizarnos con otra gente.
M: La otra cara de la misma cuestión: ¿Cómo
caracterizarías la división del trabajo actualmente? Especialmente, ¿cómo
caracterizas el conflicto entre trabajo asalariado y no asalariado? ¿Cómo
afecta a la distribución de roles4? Podría decirse que, por algún
tiempo, se han pagado “salarios” a las mujeres (particularmente en el Reino
Unido – beneficios fiscales, prestaciones para los hijos, etc.), pero a pesar
de ello, los salarios sociales reproducen las divisiones de clase. ¿Cómo han
recompuesto estas medidas las clases y la diferencia de clases?
SF: En general, diría que la división internacional y social
del trabajo todavía está vertebrada por la división sexual del mismo y la
distinción entre trabajo asalariado y no asalariado. El trabajo doméstico en su
mayoría lo realizan mujeres y la mayor parte de este trabajo, de acuerdo con
todas las estadísticas, está todavía sin remunerar. Esto es particularmente
cierto respecto al cuidado de los hijos, que es el sector más extenso de
trabajo en el mundo, especialmente en el caso de niños pequeños de uno a cinco
años.
Esta es una realidad generalmente reconocida, ya que muchas
mujeres viven en un estado de crisis constante, yendo de las tareas del hogar
al lugar de trabajo sin tener tiempo para ellas y con las cuestiones domésticas
aumentando debido a los constantes recortes en servicios sociales. También se
debe en parte a la lucha del movimiento feminista para asegurar el acceso de
las mujeres al trabajo asalariado dominado por hombres, pero que desde
entonces, abandonó la lucha en el terreno del trabajo doméstico. Hubo un
tiempo, al menos en Estados Unidos, en que las feministas tenían incluso miedo
de luchar a favor de la baja por maternidad, convencidas de que si pedían
“privilegios” no tendríamos justificación para pedir un trato igualitario en el
mercado laboral. El resultado ha sido, como ya he mencionado, que el lugar de
trabajo asalariado no ha cambiado, muchos no tienen guarderías y tampoco
proporcionan bajas por maternidad pagada. Esta es una de las luchas que las
feministas de hoy en día deberían tomar.
No creo que den “sueldo” a las mujeres por el trabajo
doméstico que realizan. Los beneficios fiscales y las asignaciones familiares
no son remuneraciones. Son ayudas a aquellas personas que están desempleadas y
en muchos países están dirigidos a las familias, que en muchos casos significa
a los hombres. No están remunerando el trabajo del hogar, y por lo tanto
perpetúan las divisiones entre la clase.
Marina Vishmidt: Imagino que el subsidio familiar se da
independientemente de si se tiene empleo o no. ¿Sería esta una segunda forma de
obtener ganancias?
SF: Desconozco esta situación en Inglaterra. En Estados
Unidos, hasta los noventa, había un programa federal llamado Aid To Families
with Dependant Children (AFDC, Ayudas a Familias con Hijos Dependientes) que
asignaba algún dinero a madres solteras. No era suficiente, pero era importante
porque daba a esas mujeres cierta autonomía, la posibilidad de dejar a su
marido si querían, y el reconocimiento de que criar a los niños es un trabajo.
Solíamos decir que “la asistencia social es el primer salario del trabajo
doméstico” (‘Welfare is the first wages for housework’). Sin embargo, a partir
de mediados de los noventa, AFDC prácticamente ha desaparecido. Se nos ha dicho
que las ‘ayudas sociales’ han sido sustituidas por ‘prestaciones sociales
condicionadas’ ya que ahora, después de dos años, las mujeres se ven forzadas a
salir de las listas de las ayudas, a pesar de que muchas no puedan encontrar
trabajo. Además, se ha reducido lo que las mujeres reciben. Esto ha sido una
derrota, ya que muchas viven ahora en condiciones miserables; de hecho, la
imagen de la pobreza es la de una madre soltera sustentada por el Estado. Esto
era una declaración pública de que el trabajo doméstico no se considera
trabajo, escondiendo lo mucho que los patronos y el Estado lo explotan. En
Estados Unidos todavía tenemos que luchar para que se pague a trabajadoras
domésticas como trabajadoras reconocidas. Hasta la fecha, solamente Nueva York
ha dado este paso, cuando en 2010 adoptó parcialmente una Carta de Derechos por
la que las trabajadoras domésticas habían estado luchando durante años. Aún
así, recientemente en California el gobernador Brown ha rechazado una carta
similar.
Fuerzas de (Re)producción5
M: En una entrevista para LaborNet TV [http://linkme2.net/tf] respondías a una
pregunta sobre tu desacuerdo con la posición marxista sobre el capitalismo como
precursor del comunismo. Argumentas que el desarrollo de las fuerzas
productivas cabalga sobre la división sexual del trabajo de manera que la
noción de que un proyecto comunista pueda simplemente apoderarse de estas
fuerzas y reutilizarlas para los fines de una sociedad igualitaria es una mala
interpretación. Ciertamente, muchas formas de tecnología tendrían poca
aplicación sin la maximización de beneficios. Pero sin tecnología, ¿cómo
podrían evitar el trabajo forzoso las nuevas relaciones sociales que rompieran
con la dominación capitalista? mediante “el retorno a la naturaleza” a
condiciones primitivas (por ejemplo, trabajar como el horizonte futuro de la
humanidad) o como cooperativas comunitarias utópicas donde el trabajo sea
“justamente” redistribuido bajo la presión comunal?
SF: No estoy en contra de la tecnología. Resulta una parte
indispensable de nuestras vidas y existe desde mucho antes de la llegada del capitalismo.
De hecho, Karl Marx subestimó los logros tecnológicos de las sociedades
pre-capitalistas. Piensa en la tecnología de la producción alimenticia. Las
poblaciones en Mesoamérica inventaron muchos de los comestibles que consumimos
hoy en día. Inventaron el tomate, doscientos tipos de maíz y de patatas. Marx
atribuye excesivamente al capitalismo el desarrollo de la fuerza productiva del
trabajo humano. Pero mi crítica de Marx tiene que ver sobretodo con su creencia
de que la industria a gran escala ha de ser una condición necesaria para el
surgimiento del comunismo y del desarrollo humano en general. En realidad,
mucha de la tecnología que el capitalismo ha desarrollado estaba dirigida a
destruir las organizaciones de trabajadores y reducir los costes de producción,
por lo que no las podemos asumir y redirigir a fines positivos. ¿Cómo se toma
el control de una planta nuclear o química, por ejemplo? El mismo Marx reconoce
(en el Capital Tomo I) que la industrialización de la agricultura “agota la
tierra a medida que agota al trabajador”, aunque también defendía esta
industrialización como un modelo racional de explotación de nuestros recursos
naturales. La mayoría de la tecnología capitalista es destructiva para nuestro
entorno y para nuestra salud. Hoy vemos claramente cómo la industria está
acabando con la Tierra, y si tuviésemos una sociedad comunista, mucho del
trabajo que deberíamos desplegar se dedicaría simplemente a limpiar nuestro
planeta. Esto significa que tenemos que reinventar todo tipo de tecnologías.
Cojamos un ordenador, por ejemplo: la fabricación de un sólo ordenador requiere
toneladas de tierra y de agua pura. La idea de que podamos tener un mundo en
que las máquinas hagan todo el trabajo y nosotros seamos simples supervisores,
la visión de Marx en su obra Gründrisse, es insostenible. Primero debemos
trabajar para construir las máquinas. Las máquinas no se producen solas.
Alguien tiene que sacar los minerales de la tierra y construirlas y además
requiere una forma de organización social específica, un control social que es
el opuesto al tipo de cooperación que la gente necesita para la construcción de
una sociedad igualitaria.
Otra cuestión importante es que la industria a gran escala
no puede reducir las labores socialmente necesarias, ya que una gran parte del
trabajo que se necesita en este planeta (el “trabajo” de reproducción humana)
es intensivo, donde la labor emocional, física e intelectual están combinadas
inseparablemente, y que no puede industrializarse excepto sin un coste tremendo
para aquellos que se encargan de él. Piensa, por ejemplo, en el trabajo de
cuidar los hijos o el de aquellos que están enfermos o son dependientes. Sé que
en Japón y en Estados Unidos están inventando robots domésticos o incluso
robots que cuidan a la gente como enfermeras-bot. Pero ¿es esta la sociedad que
queremos?
MV: Pero como discutimos la última vez, la cuestión
tecnológica es también muy contradictoria en diferentes partes de la obra de
Marx.
SF: Sí, en diferentes partes de su trabajo Marx reconoce el
impacto destructivo de la industrialización, en la agricultura, por ejemplo.
Pero obviamente asume que la tecnología desarrollada por el capitalismo puede
ser reestructurada y recanalizada hacia objetivos diferentes. Idealizó la
ciencia y la tecnología. Aceptó que los trabajadores podían apropiarse de ellas
y transformarlas de un modo que nos permitieran liberarnos de todo ese trabajo
que realizamos por necesidad, no por mejorar nuestras capacidades ni fuerzas.
El Rechazo al Trabajo
MV: Imagino que si “el rechazo al trabajo” estuviese pensado
como el rechazo de relaciones sociales determinadas entonces, como Mariarosa
Dalla Coste escribe, no querríamos la industrialización ni la colectivización
de los servicios de alimentación porque todavía habría mujeres trabajando en
esas cocinas. Pero también podemos pensar por ejemplo en las lavanderías
colectivizadas en espacios sociales en Rusia y en Estados sociales y
democráticos. Por lo tanto, vemos cómo ciertos tipos de trabajo doméstico
pueden ser industrializados, pero también vemos que es la relación social del
trabajo la que importa.
SF: Indudablemente. Cuando hablamos del “rechazo al trabajo”
debemos tener cuidado. Tenemos que ver que el trabajo de reproducir seres humanos
es de una categoría peculiar, y que tiene un doble carácter. Nos reproduce para
el capital, para el mercado laboral, como fuerza trabajadora, pero también nos
reproduce para nuestras vidas y potencialmente reproduce nuestra revuelta en
contra de ser reducidos a fuerzas de producción. De hecho, el trabajo
reproductivo es importante para la continuación de la lucha de la clase obrera,
y por supuesto, para la capacidad de reproducirnos nosotros mismos. Es por ello
que es importante entender la doble naturaleza de esta labor, para que podamos
rechazar la parte que nos utiliza para el capital; al mismo tiempo que no
podemos negar este trabajo por completo, porque el poder para el trabajo reside
en el individuo, y lo rechazamos nos arriesgamos a destruirnos a nosotros
mismos y a la gente que cuidamos. Creo que uno de los descubrimientos más
importantes que ha hecho el movimiento feminista es que pudimos rehusar parte
de este trabajo sin poner en peligro el bienestar de nuestras familias y
comunidades. Reconocer que este trabajo no es solamente un servicio a nuestras
familias, sino también un servicio al capital nos ha liberado del sentimiento
de culpa que hemos experimentado siempre al intentar rechazar esta labor. Es
importante darnos cuenta que el trabajo reproductivo no reproduce simplemente
niños, compañeros y comunidades, sino que también nos reproduce como presentes
y futuros trabajadores porque de este modo podemos pensar en una lucha contra
el trabajo doméstico como la lucha contra el capital en lugar de contra
nuestras familias. Empezamos a desenmarañar y separar estos aspectos del
trabajo del hogar que nos reproducía a nosotros mismos de aquellos aspectos que
reproducían para el capital. Entonces, la cuestión no es el ‘rechazo’ del
trabajo de reproducción, sino su reorganización de un modo que lo haga un
trabajo creativo. Sin embargo, esta reorganización solo será posible cuando no
esté dirigido a la provisión de trabajadores para el mercado laboral, cuando no
esté subsumido en la lógica de la acumulación del capital, y cuando controlemos
los medios de nuestra reproducción.
Las Tiranías de los microcréditos
MV: En relación con esta cuestión, me gustaría volver a tu
charla6 sobre los microcréditos. Lo que
dijiste, que fue tan importante, fue cómo los bonos de la comunidad son de
hecho utilizados por los bancos de microcréditos para hiperexplotar a los
beneficiarios de los préstamos. Creo que es lo que tenía en mente, cómo estas
formas de bonos no capitalistas o pre-capitalistas están realmente
descompuestas por el capital y cómo pueden resistir. La caza de brujas sería
otro aspecto de este asunto.
SF: El Banco Mundial (BM) y otras instituciones financieras
se han dado cuenta de que las relaciones sociales son cruciales, las ven como
un ‘capital social’ y las utilizan, las manipulan, las cooptan para neutralizar
su potencial subversivo y domesticar los recursos comunales7. (‘commons’). El BM, por ejemplo,
utiliza la idea de proteger los “recursos globales”, presumiblemente
preservándolos del bienestar humano, privatizando bosques. Expulsan pueblos
(pescadores, indígenas) que viven en ellos. En los años noventa, el BM
estableció en Àfrica grupos comunales, artificialmente creados, y a menudo
formados por autoridades locales, que tenían el poder de parcelar la tierra.
Esto les permitió sortear la resistencia al desmantelamiento de la propiedad
comunal de las tierras y así introducir la titularidad individual de la
propiedad sobre las tierras.
En el caso de los microcréditos, los bancos y otras agencias
financieras están convirtiendo a los grupos de apoyo que las mujeres han
organizado en grupos de autocontrol. He leído que en Bangladesh, cuando una de
las mujeres del grupo no devuelve el préstamo que ha recibido, las demás le
meten mucha presión e incluso la atacan físicamente para forzarla a pagar. Los
funcionarios de los bancos o de las ONGs y las demás mujeres del grupo entran
en su casa y se llevan cosas, lo que supone una gran humillación.
Esto es más que un ataque a los medios de reproducción de la
gente. Es un ataque a los lazos que se han creado en la base de los recursos
compartidos. Este ataque a la solidaridad común, a las formas de cooperación
que las personas han creado para fortalecer su capacidad de resistencia, es,
probablemente, el aspecto más destructivo de los microcréditos.
Debemos entender las condiciones históricas que hacen
posible que estos grupos puedan ser destruidos. Generalmente las áreas donde
los microcréditos han echado raíces son áreas donde la autoridad de la
población ha sido debilitada durante años, bien mediante programas de
austeridad, bien por desastres naturales, o por ambos, como en el caso de Haití
tras el Huracán Sandy, que impulsó la intervención del Banco Mundial con la
inversión de dos millones de dólares en microcréditos. Hay que tener en cuenta
la influencia ideológica de las sectas religiosas, fundamentalistas de una u
otra clase. No todas las formas comunales tienen la misma capacidad de resistir
el asalto que reciben a través de diversas formas de privatización y
desposesión.
Esto es algo que se ha tenido en cuenta en los debates sobre
los recursos comunes. Necesitamos examinar que está ocurriendo con los que hoy
día existen. En partes de América Latina, se han creado nuevas comunas, como es
el caso de los zapatistas o el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra).
También, en respuesta a los ajustes estructurales, las mujeres han organizado
cocinas comunales, cocinando en común y un comercio comunal. En otras partes
del mundo, como África y la India, las tierras comunales se han convertido en
campos de batalla. En lugares de África, como el acceso a la tierra se está
reduciendo debido a las apropiaciones masivas y los “regalos” de los gobiernos
a las compañías (minería, agro-combustibles, agro-industria), los hombres están
expulsando a las mujeres de las comunas. Introducen nuevas normas y
regulaciones acerca de quién “posee” y quién no. Pueden vetar a sus mujeres el
usufructo de la tierra argumentando que pertenecen a un clan diferente. Es
importante darse cuenta de en qué contexto las comunas se pueden volver contra
ellas mismas.
La historia de los microcréditos demuestra que la idea de
que la salvación viene del préstamo monetario es perniciosa. Informes de muchas
partes del mundo, por ejemplo de Bangladesh, Bolivia, Egipto, muestran que la
mayoría de las mujeres que obtuvieron microcréditos están en peor situación de
la que se encontraban cuando los aceptaron. Su grupo de apoyo puede que ya no
exista, tiene muchas más deudas que antes, por lo que tiene que recurrir a
prestamistas para devolver el dinero de las deudas. A menudo tienen que los
hijos trabajan para ayudarlas a pagar lo que deben. Por tanto, el argumento del
Banco Mundial de que el dinero es la fuerza creativa de la sociedad y que pedir
un poco prestado te saca de la pobreza debe ser rechazado. Algunas mujeres sí
que se benefician de los micropréstamos, pero estas normalmente son las que
cooperan con los encargados de la supervisión del trabajo.
Financiarización y los Salarios de la Deuda
MV: Me gustaría continuar con algo que dijiste el lunes por
la tarde sobre que la financiarización muestra un cambio en la inversión del
capital en la clase obrera, en la medida en que, si una vez hubo una idea de
inversión a largo plazo y una especie de salario social e instituciones del
Estado del Bienestar, ahora hay como una reducción en esa inversión, que la
financiarización de los medios de reproducción significa extraer valor a cada
momento.
SF: Sí, cada aspecto de la reproducción se está convirtiendo
en un sitio de acumulación inmediata. Esto se debe a que ahora tienes que pagar
por muchos servicios que en el pasado venían dados por el Estado. En el periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial, la política capitalista consistía en
invertir en la reproducción de la fuerza de trabajo que era vista como una
especie de “capital humano” que desarrollar. Esto es a lo que comúnmente nos
referimos como el Estado de Bienestar. Detrás de esto estaba la idea de que invertir
en la salud de los trabajadores, en su educación, viviendas, se pagaría en
términos del incremento de la productividad y de la disciplina de los
trabajadores. Pero las luchas de los años sesenta convencieron claramente a la
clase capitalista de que tener más espacio y tiempo libre no haría a los
obreros más productivos, sino simplemente más rebeldes. Esta es la razón de que
hayamos visto una inversión. Ahora tenemos que pagar por nuestra reproducción,
nos dicen que es nuestra responsabilidad. Es un cambio importante. Primero de
todo, es un cambio en la estructura temporal de la acumulación. Los patronos ya
no invierten a largo plazo, en nuestra productividad futura. No esperan que nos
volvamos más productivos en un futuro. Quieren acumular inmediatamente por
nuestra “inversión” en educación, por nuestro interés en las tarjetas de
crédito: quieren dinero en efectivo de forma inmediata. De este modo, la
reproducción se convierte en un punto de acumulación inmediato. Este cambio es
muy significativo. También ha cambiado la relación entre trabajadores y
capital. Estar endeudado con el banco esconde el hecho de que existe una
relación de explotación. Como deudor, ya no apareces más como trabajador. La
deuda es muy desconcertante. Trae consigo un cambio en el manejo de las
relaciones de clase. Esto es lo que está en juego en la ideología de la
“auto-inversión” y “micro-emprendimiento”, que pretende que seamos simples
beneficiarios de nuestra educación y nuestra reproducción, y oculta que la
patronal, la clase capitalista, se beneficia de nuestro trabajo. La deuda
además tiene un efecto desagregante; nos aísla de los demás deudores, porque
nos enfrentamos al banco individualmente. Por lo tanto, la deuda individualiza,
fragmenta la relación de clase, de un modo que no lo hacía el salario. En
cierto modo el salario era una clase de “bien común”. Reconocía no sólo la
existencia de una relación laboral, sino una relación colectiva fortalecida por
la historia de la lucha. La deuda desmantela ambas cosas. Lo vemos en la lucha
de los estudiantes endeudados por sus préstamos educativos. Muchos se sienten
culpables, tienen una sensación de fracaso cuando no pueden devolver el dinero;
una percepción impensable en una lucha salarial. Ahí sabes que estás siendo
explotado, conoces a tu jefe, ves la explotación, tienes a tus compañeros.
Mientras que como deudor dices “Oh Dios mío, calculé mal”, “Cogí más dinero del
que debía”, etc.
Imagen: Bloqueos por los activistas de El Barzon, 2013. |
Esta es la razón que hacen tan importantes a los
movimientos de los endeudados. El primer gran movimiento de este tipo se
desarrolló en América Latina. Tal vez el más importante fue El Barzón, que
nació en México a finales de los ochenta. Era un movimiento fuerte compuesto mayoritariamente
por pequeños comerciantes y empresarios que habían obtenido algunos préstamos
de los bancos. El Barzón es el pedazo de piel que mantiene unido el yugo de
madera entre los bueyes. Es un símbolo de esclavitud. Tener un yugo encima, eso
es la deuda. Construyeron un movimiento que organizó manifestaciones masivas
por todo México, marchando por las calles con los bolsillos vueltos del revés
para mostrar que no les habían dejado nada.
También hubo protestas masivas por parte de mujeres contra
de los microcréditos en Bolivia en el 2002. Las mujeres venían de diferentes
partes del país y asediaron los bancos en La Paz durante noventa días
demandando que se pusiese fin a su deuda, desnudándose para escenificar el
hecho de que se las había reducido a prácticamente nada. Como vemos, la deuda
puede proporcionar una base común para diferentes luchas.
Movimientos autorreproductores
MV: El tema de la duración y expansión de las luchas
sociales lo has tratado en términos de construcción de “movimientos autorreproducibles”.
Movimientos para los que la reproducción es un aspecto importante en la
transformación de las relaciones sociales en el presente, y de esta manera se
constituyen los límites políticos de la lucha. Creo que mi pregunta aquí iría
dirigida tanto hacia delante como hacia atrás. Dada la descomposición del
proletariado “pre-capitalista” ilustrada procesos como el de la caza de brujas
en la Europa moderna, las colonias y muchos lugares sometidos a cerramientos o
a “ajustes estructurales primitivos”, en el momento actual y en el pasado
reciente, estoy interesada en los tipos de solidaridad o recomposición que
crees que van a ir lo suficientemente lejos, no sólo como herramienta de
resistencia, sino también para que el capital no pueda continuar imponiendo sus
crisis reproductivas como el fracaso de nuestra reproducción social.
SF: Un ejemplo que me viene a la cabeza es el proceso que ha
tenido lugar en algunos países de Sudamérica, donde en respuesta a la
brutalidad de las políticas económicas neoliberales, miles de personas están
construyendo nuevas formas de reproducción al margen del Estado. Como escribe
Raúl Zibechi en Territorios en Resistencia (2012), en las últimas décadas en
Latino América, la lucha por la tierra se ha convertido en un conflicto por el
control sobre un territorio, donde existe la práctica de formas autónomas de
reproducción y formas de autogobierno, como es el caso de los zapatistas o el
Movement Sans Terre (MST) en Brasil. También en Bolivia las luchas masivas que
tuvieron lugar en el 2000 contra la privatización de las empresas
suministradoras de agua alcanzaron tal nivel de coordinación y cooperación
entre diferentes comunidades indígenas (los quechua del área Cochabamba, los
aymara en El Alto) que hubo la posibilidad de establecer formas de atención
comunal y autogestión de los anteriores recursos públicos. Estos procesos está
teniendo lugar en América Latina porque, a lo largo de su larga lucha contra
las formas coloniales y neocoloniales de dominación, la gente ha mantenido y
creado sólidas formas cooperativas de vida formas que por cierto, nosotros ya
no tenemos.
Esta es la razón por la que la idea de crear movimientos
“autorreproductivos” ha sido tan poderosa. Significa crear tejido social y
formas de reproducción cooperativas que puedan dar continuidad y fuerza a
nuestras luchas, y una base más consistente a nuestra solidaridad. Necesitamos
crear formas de vida donde el activismo político no esté separado de nuestra
tarea diaria de reproducción, de manera que las relaciones de confianza y
compromiso que hoy en día están en el horizonte puedan desarrollarse. Debemos
poner en común nuestras vidas con las de otra gente para crear movimientos que
sean sólidos y no que se levanten y luego se disipen. Compartir la
reproducción, esto es lo que empezó a ocurrir con el Occupy Movement y lo que
suele pasar cuando una lucha alcanza el punto de poder insurreccional. Por
ejemplo, cuando una huelga dura varios meses, la gente empieza a unir sus vidas
porque necesitan movilizar todos sus recursos para no ser vencidos. Al mismo
tiempo, la idea de un movimiento autorreproductivo no es suficiente, ya que
todavía se refiere a una población específica (el movimiento) mientras que el
objetivo es crear estructuras que tengan el poder de reapropiarse de la
mancomunidad y ello requiere de lo que Zibechi llama “sociedades en
movimiento”.
Recursos comunes y Comunismo
M: ¿Cuál es la relación entre recursos comunes y comunismo?
¿Es el comunismo un recurso común expandido? ¿Los recursos comunes sólo aluden a
a la reproducción? Dada tu concepción positiva de la reproducción como algo
capaz de contener dentro de ella misma los gérmenes de la revolución, ¿cómo
distingues la reproducción social, potencialmente revolucionaria, de la
capitalista? Es decir, ¿qué hay en los comunes que no es sólo más sostenible
sino que es activamente antagónico al capital y al Estado?
SF: Procomunes y comunismo. Bien, comunismo es un término
muy amplio, pero si pensamos en el comunismo en el sentido establecido por la
tradición marxista-socialista, entonces una diferencia es que en la sociedad de
los recursos comunes no hay Estado, ni tan siquiera durante un periodo de
transición. La presunción de que la emancipación humana o la liberación tengan
que pasar por una dictadura del proletariado no es parte de la política de los
procomunes. Tampoco la sociedad de los recursos comunes tiene como premisa el
desarrollo de la industrialización masiva. La idea es la de reclamar la
capacidad de controlar nuestras vidas, el control de los medios de nuestra
(re)producción, compartirlos de un modo igualitario y “manejarlos”
colectivamente. La reconstrucción de nuestra vida diaria, como un aspecto
estratégico de nuestra lucha, es un objetivo más central en la política de los
procomunes de lo que era en la tradición comunista. ¿Es el comunismo un recurso
común expandido? No, si lo definimos mediante los parámetros de la tradición
marxista. Pero la descripción del comunismo de Marx como una sociedad
construida en la asociación de productores libres es compatible con ello. Por
otra parte, el Marx de los últimos años parece haberse convencido de que los
comunes (por ejemplo, los rusos), pudieran convertirse en una fundación para la
“transición al comunismo”, aunque creía que esto sólo sería posible si había
una revolución en Alemania o en otras partes de Europa, proveyendo de un
conocimiento tecnológico, de modo que los bienes rusos no tuviesen que pasar
por una etapa capitalista. Los procomunes significan compartir el uso de los
medios de reproducción, comenzando por la tierra, y crear formas de trabajo
cooperativas. Ya está empezando a ocurrir. En Grecia e Italia, ahora, basados
en el modelo de Argentina, los trabajadores que han sido despedidos están
tomando fábricas e intentando ponerlas en marcha de un modo igualitario y
autogestionado, produciendo para las necesidades de la gente, no para el
beneficio.
No estoy de acuerdo con Marx en que el capitalismo aumenta
la cooperación laboral. No creo que lo haga en el proceso de la producción de
mercancías, pero sin duda no lo hace en el de la reproducción social. El
capitalismo ha desarrollado una ciencia de “scooperation”, un término que he
tomado del trabajo de Leopolda Fortunati, El Arcano de la Reproducción (1981).
Un ejemplo es el plan urbanístico que tuvo lugar en las ciudades
norteamericanas después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la clase
capitalista se enfrentó a una clase trabajadora que tenía una experiencia
colectiva de veinte años o más: primero durante la Gran Depresión, cuando la
gente marchó por las carreteras, creando junglas de vagabundos; luego, durante
la Gran Guerra, en el ejército… de donde volvían inquietos, cuestionándose por
qué habían arriesgado sus vidas. En 1947 se vivieron el mayor número de huelgas
en la historia de los Estados Unidos, sólo seguido por 1974. Por lo tanto,
tuvieron que “scooperar” a estos trabajadores, y esto es lo que hizo el nuevo
plan urbanístico, con la creación de las urbanizaciones y zonas residenciales,
como Levittown. Mandaba a los trabajadores a vivir lejos de su lugar de
trabajo, de modo que al finalizar la jornada laboral no se fuesen a los bares y
fueran a casa directamente. Planearon políticamente los detalles de los nuevos
hogares. Pusieron un césped delante de las casas para que el hombre lo cortara
en su tiempo libre, para que estuviese ocupado en lugar de ir a una sede
sindical. Habría un cuarto extra para sus aperos; todos estos eran instrumentos
de “scooperación“.
Scooperation
MV: ¿Puedes explicar qué quieres decir con “scooperation“?
No he escuchado ese término antes.
SF: Significa desagregar a los trabajadores, impidiéndoles
desarrollar el tipo de unión que resulta de trabajar juntos y, en el caso de
los que habían estado en la guerra, consistía en romper la profunda sensación
de solidaridad y fraternidad que habían desarrollado. Puedes verlo en las
películas de finales de los cuarenta. Los soldados vuelven a casa después de
vivir y arriesgar juntos sus vidas durante meses, y luego se separan él tiene a
su mujer, él tiene a su novia, pero las mujeres se han convertido en extrañas
para ellos. Estas películas retratan la crisis del regreso del soldado
americano, y ¿cómo impides cualquier tipo de sublevación? Esta es la razón por
la que poseer una casa, darles un pequeño reino, con su mujer siempre en casa,
una mujer sexy con el delantal puesto y todo eso, fue tan importante. Levittown
se construyó como una barrera contra el comunismo. Ahí está la reproducción
capitalista: Levittown. Ahora tienen el problema contrario. Me da la sensación
de que en estos momentos se enfrentan a una clase trabajadora que tiene una
casa, o que al menos supone que tiene derecho a una casa, mientras que al mismo
tiempo necesitan que esta clase trabajadora sea nómada y se mueva donde sea que
las compañías lo requieran. El ataque a la vivienda no es sólo el producto de
la especulación financiera. Creo que es un intento de crear una fuerza
trabajadora más móvil. Ahora su problema es “movilizar” al trabajador. Esta es
una diferencia muy importante. Obviamente, debemos construir formas colectivas
de reproducirnos de modo que seamos menos vulnerables a estas manipulaciones.
Además, el trabajo doméstico tiene que realizarse en la base de amplias
comunidades, no necesariamente familias extendidas, pero sí de comunidades
extensas, ya que reproducir humanos es una labor intensiva y nos podemos
destruir en el proceso, como está pasando con tantas mujeres hoy en día,
quienes viven en un estado de crisis permanente, de crisis reproductiva
permanente.
‘Strike Debt’ y ‘the Rolling Jubilee’
MV: Los siguientes son ejemplos sobre los que tal vez puedas
profundizar, qué piensas sobre sus aspectos estratégicos y sus contradicciones.
Hablaríamos sobre la campaña Strike Debt (Golpea la Deuda) y sobre los Rolling
Jubilee. Aquí tenemos un extraño nexo entre las políticas de la reproducción
social y la reproducción sistémica: por una parte estás ayudando a la gente que
tiene deudas pero al mismo tiempo estás ayudando a los que la poseen porque
estás comprando la deuda, pero también se la estás comprando a los bancos… Es
imposible aclarar de quién es esta deuda.
SF: El Rolling Jubilee liberará a un cierto número de
personas. Pero la clave está en que ponen la cuestión de la servidumbre
estudiantil en el mapa, delante de toda Norteamérica. Estoy de acuerdo con
Audre Lorde en que: ‘Las herramientas del amo no desmantelarán su casa’. Por lo
tanto no esperamos ganar esa lucha por medio de Rolling Jubilee. Esto es un
movimiento, una táctica, dentro de una lucha mucho más amplia. Pero le ha dado
a ésta una presencia escala nacional que no había tenido antes. Este tipo de
publicidad es muy buena porque muestra al mundo el carácter mercenario de este
capitalismo que destruye el futuro de los jóvenes y hace dinero vendiendo la educación.
Es una táctica efectiva; sirve para ampliar la lucha, hacerla visible y poner a
las autoridades a la defensiva. Denuncia que hay una generación de jóvenes que
ha sido convertida en siervos contratados de bancos y agencias de cobro.
MV: Es realmente importante que digas eso, también porque
hubo un editorial de Charles Eisenstein en The Guardian diciendo que el jubileo
de la deuda (Debt Jubilee) restablecerá el crecimiento. Esto es completamente
apolítico, no es ni de izquierdas ni de derechas.
SF: Les encanta eso. Antes de Strike Debt ya había dos
organizaciones estudiantiles ocupándose de las deudas de préstamos, pero tenían
un enfoque diferente. Para una de las organizaciones, la estrategia era la
protección del consumidor. Su posición era que como consumidores de educación,
debíamos tener “derecho de insolvencia”, un derecho no reconocido. La otra
argumentaba que si cancelabas tu deuda estudiantil, que ahora es de un trillón
de dólares, se impulsaría el crecimiento. Se trata de una especie de estrategia
keynesiana. Strike Debt es algo mucho más poderoso porque dice que no debemos
pagar porque esta deuda fue creada bajo coacción. Se dijo a los estudiantes que
tenían que tener una educación, pero no había modo alguno de que lo hicieran sin
contraer deuda. Y la deuda no es legítima porque la educación no es una
mercancía y no debería ser ni comprada ni vendida, lo cual tiene una
implicación política muy diferente. En cuanto a Rolling Jubilee, es una táctica
de duración limitada, pero útil por el momento. La gente está pensando en hacer
una caravana para llevar Strike Debt a lo largo de todo el país y construir una
red de grupos a nivel nacional.
MV: Es emocionante e interesante leer una editorial donde un
tipo promueve el Debt Strike diciendo: “Las instituciones financieras y la
gente endeudada están en el mismo bando”. Esto es ridículo en el contexto de
una lucha política.
Deuda vitalicia
George Caffentzis: No diferencian entre deuda capitalista y
deuda proletaria.
MV: Pero ¿eso es algo central a la plataforma Rolling
Jubilee, o es solamente este tipo presentándolo de esta manera?
GC: No. El Rolling Jubilee surge de Strike Debt y
básicamente dice que la deuda proletaria es radicalmente distinta de la deuda
de los capitalistas. Las condiciones y las consecuencias de liberación cada
deuda son también bastante diferentes. Lo que está pasando en este periodo
histórico es que para poder satisfacer nuestros requerimientos vitales más
básicos nos vemos obligados a endeudarnos.
SF: Hoy en día mucha gente vive de las tarjetas de crédito,
pasando de una tarjeta a otra. Es como con los microcréditos, donde las
personas deben tener varios prestamistas. En cualquier caso, vives del tiempo
prestado hasta el momento en el que ya no lo puedes seguir haciendo. En el caso
de los microcréditos, cuando no devuelves el dinero, ponen tu imagen en las
calles o en la puerta de los bancos para avergonzarte. En EEUU, te mandan a la
agencia de cobros. De esta manera mucha gente ha pasado a la clandestinidad (se
han convertido en refugiados de la deuda) porque las agencias de cobro de
impagos llaman noche y día.
GC: Ahora entendemos de qué tratan estas agencias. Compran
deuda en un mercado secundario, de modo que los grandes bancos y las
instituciones financieras, cuando tienen problemas recaudando, les venden la
deuda entre el 1% y el 5 % de su valor original. Por lo tanto, si te preguntas:
“¿Cuánto vale esta deuda?”. Te torturan para que las agencias de cobros
consigan esa diferencia respecto del 95%. Entonces, ¿La deuda es de 100.000$ o
es de 5.000$? ¿Cuál es la deuda real?
Anthony Davies (Mayday Rooms): ¿Te puedo preguntar sobre la
normalización social de la deuda? Por ejemplo, la industria bancaria ha
experimentado algunas dificultades para comercializar los créditos personales,
incluso recientemente en Turquía y en otros lugares, debido la sensación de
vergüenza y estigma asociados a tener deudas. Me pregunto cómo pudieron
extenderse aquí, en Gran Bretaña, y en Estados Unidos durante la posguerra.
¿Cómo se acostumbraron los trabajadores a la idea de estar endeudados?, ¿Cómo
se normalizó socialmente la experiencia de estar endeudado?
SF: Esa es una pregunta interesante que requiere cierto
estudio. Por lo que sé, la promoción del endeudamiento empieza en un tiempo en
que los trabajadores todavía tenían algo de poder social. La compra a plazos
empieza en los años 20 y se expande después de la Segunda Guerra Mundial.
Incentivar a los trabajadores a comprar a crédito era una manera de controlar
su futuro. Era también una manera de difundir los antagonismos de clase
impulsando la cultura del consumidor, asumiendo que los trabajadores
encontrarían empleo y podrían devolver el dinero. La novedad fue que comprar a
crédito era una inversión de la táctica capitalista. Generalmente, en el
capitalismo primero se trabaja y luego, se cobra. Esto implicaba un cambio
completo. Esta política continuó con diferentes estilos hasta los años 80. Sin
embargo, la deuda de hoy en día es diferente. Actualmente la gente se endeuda,
no porque estén seguros sobre sus futuras ganancias, sino porque no pueden
arreglárselas o acceder a ciertos servicios sociales sin pedir dinero prestado
a los bancos o usando tarjetas de crédito. Para gran parte de la población la
respuesta a los recortes en empleos ha sido las tarjetas de crédito y otras
formas de deuda. Por lo tanto, hoy día, la deuda es el rechazo al
empobrecimiento. El punto en común entre estas dos fases del endeudamiento es
que, en ambos casos, la deuda controla y da forma a nuestro futuro. Aún así,
necesitamos entender mejor la relación entre la deuda y la lucha de clases
(cómo los trabajadores han intentado utilizar la deuda). Incluso en los últimos
tiempos, muchos trabajadores, especialmente negros y mujeres, que en el pasado
tenían dificultades para asegurar sus hipotecas, se aprovecharon de la relativa
facilidad con la que se concedían las hipotecas para poder acceder a una
vivienda. De hecho, muchos de aquéllos a los que se les concedieron por defecto
hipotecas basura (subprime) eran mujeres negras, a menudo madres solteras, que
siempre habían sido excluidas del mercado hipotecario.
AD: Una pregunta sobre el espíritu empresarial,
particularmente sobre el “emprendedor en serie” y la manera en que la ley de
quiebras ha incentivado los ciclos de expansión y depresión económicos? ¿En qué
punto se asumió que los préstamos y la bancarrota eran sinónimos?
GC: La posibilidad de declararse en quiebra no aparece en
los Estados Unidos hasta el siglo XIX, alrededor de la época de la Guerra Civil.
Hasta esa fecha, en muchos Estados, había prisiones de deudores (si no pagabas,
ibas a la cárcel). Esa era una parte de la historia. Hacia finales de siglo, la
bancarrota se estableció para los capitalistas. Fue extendida a los
trabajadores cuando la clase trabajadora empezó a tener algunas garantías. No
podías tomar un préstamo a menos que tuvieses algún aval. Los trabajadores
comenzaron a tenerlos únicamente cuando el salario se convirtió en institución.
Por un tiempo, se permitió la quiebra personal y muchos trabajadores y
estudiantes la utilizaron. Al principio era relativamente fácil. Pero alrededor
del 2005 hubo un cambio en el nivel de rigor con que se aplicaba. Ahora, tienes
el peor de los mundos posibles, ya que aún necesitas una casa, o un coche, etc,
y tienes que usar tu tarjeta de crédito, pero no tienes un salario asegurado y
es mucho más complicado declararse en bancarrota. Además, los estudiantes no
pueden ir a la quiebra cuando no les es posible pagar los préstamos que tienen.
Es el único caso en que la bancarrota está descartada.
AD: Si por ejemplo coges la legislación sobre Compañía de
Acuerdos Voluntarios (Company Voluntary Arrangements, CVA’s) y su introducción
en Gran Bretaña desde los Estados Unidos a mediados de los años 80, encuentras
que hay un vínculo con la crisis. En cada punto, hay una vuelta de tuerca: en
la recesión económica de 1992; más tarde, en la de principios del 2000,
encuentras que la legislación ha sido adaptada y ajustada a los intereses de la
patronal; hasta que llegas finales de la década del 2000 y a la situación
actual, donde las obligaciones contractuales se rompen y se puede despedir a
los trabajadores y retirar o transferir las indemnizaciones por despido.
GC: Ahora existen posibilidades como el Jubilee, pero la
pregunta es si esto abrirá una nueva página o simplemente cancelará las deudas
existentes y a su debido tiempo, nos lleve de nuevo la misma situación.
SF: Dudo que haya nunca un ‘Jubilee’. Pero puede que
reduzcan la deuda estudiantil ya que la educación es un asunto delicado. Sin
embargo, hay una parte del capital que quiere que la juventud sea directamente
educada por los empresarios. Les encantaría tener instituciones académicas
especializadas, como una explotación universitaria, una universidad proporcionando
energía a las compañías.
MV: Hablabas en el plenario del Congreso de la revista Historical
Materialism sobre las limpiadoras y su impulso organizativo donde decidieron
cooperar con sus contratantes para ponerse en contra del Estado y obtener más recursos
de éste. Me gustaría que lo explicaras un poco más.
SF: Las empleadas domésticas están metidas en una gran lucha
en EEUU. Están combatiendo para que se les reconozca como trabajadoras, porque
las leyes laborales adoptadas en los años 30 excluyen el trabajo doméstico como
trabajo. En noviembre de 2010, por primera vez en Nueva York, una organización
de trabajadoras domésticas, Domestic Workers United, obtuvo el reconocimiento
de su labor. Increíble, ¿verdad? Lo siguiente que tuvieron que hacer era asegurarse
que esto se implementaría. Así que las mismas trabajadoras están ahora
esforzándose para crear estructuras comunitarias que ayuden a fortalecer esta
Carta de Derechos y funcionan como perros guardianes. También se quieren
organizar conjuntamente con sus jefes, para ser capaces de enfrentarse al
Estado y obligarlo a poner los recursos apropiados a disposición del trabajo
del hogar. Creen que los que las contratan no tienen interés en pagarles menos
ni obligarlas a trabajar en condiciones miserables. El argumento es que una
“chacha” que está cansada, con sobrecarga de trabajo, que está angustiada
porque su familia está lejos, que no se puede ir de vacaciones y que echa de
menos a su hijo, no puede realizar correctamente el trabajo que se espera de ella.
Es el mismo argumento que usan las enfermeras. Los hospitales tratan de poner a
los enfermos en su contra cuando, por ejemplo, quieren hacer huelga. Pero lo
que dicen los enfermeros es que “si trabajamos veinte horas al día, no vamos a
ser capaces de ver qué medicina te estamos dando”. En otras palabras, es en
interés de los pacientes que los trabajadores luchan por unas condiciones
mejores y por ello les interesa apoyar su lucha.
MV: Pero, ¿a las trabajadoras domésticas les pagan sus
jefes, no el Estado?
SF: Les pagan quienes las contratan, pero en muchas partes
de Europa en los años 80 y 90 los Estados empezaron a dar dinero a las familias
para que pudiesen cuidar de los ancianos dependientes. Por ejemplo, en Italia
introdujeron el salario d’ accompagnamento. Una persona mayor, ciega,
o discapacitada de otra manera recibiría 500€ al mes para pagar a alguien que
se hiciese cargo de ella. Imagino que puedes llamar a esto una especie de
salario para el trabajo del hogar. Claro está que es muy poco, pero es un
comienzo.
En California en cambio, el año pasado el Gobernador Brown
rechazo una Carta de Derechos de las trabajadoras domésticas argumentando que
dañaría a las personas con discapacidades, porque, como dijo, no serían capaces
de pagar tasas más altas. Dicho de otro modo: las trabajadoras del hogar deben
trabajar por salarios más bajos y aceptar que hay un conflicto de intereses
entre ellas y la gente a la que cuidan, y que tienen que sacrificar su
bienestar porque el Estado no tiene intención alguna de proveer del tipo de
recursos que podrían garantizarles una buena vida, a ellas y a la gente de la
que se hacen cargo.
MV: Es el argumento de Walmart. Que los trabajadores se
benefician de los precios bajos porque a ellos mismos se les paga tan poco.
Silvia Federici <dinavalli AT aol.com> es una
activista, profesora y escritora de larga trayectoria. Es la autora de Revolución
en Punto Cero (2012); Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación
originaria (2004) traducido actualmente a varios idiomas, y co-editora de A
Thousand Flowers: Social Struggles Against Structural Adjustment in
African Universities (2000).
Marina Vishmidt <maviss AT gmail.com> Marina Vishmidt
es escritora y editora. Acaba de finalizar un doctorado en la Queen Mary,
Universidad de Londres en ‘Especulación como Modo de Producción en el Arte y el
Capital’. Trabaja principalmente sobre el arte, el trabajo y la forma-valor.
Trabaja a menudo con artistas y colabora con Mute, Afterall, Texte zur Kunst,
Ephemera, Kaleidoscope, Parkett, así como con periódicos relacionados,
colecciones y catálogos.
Fuente del original: http://www.metamute.org/
Traducción para Marxismo
Crítico de Ana Rosa Álvarez Rubio
1 The Wages for Housework: Silvia
Federici Collection se depositó en MayDay Rooms en Enero de
2013, para ver la coleccion ir a http://maydayrooms.org/collections/wages-for-housework/
2N. de la traductora: Mayday Rooms es
un fondo documental londinense que aloja archivos vulnerables y material
histórico relacionado con los movimientos sociales, la cultura experimental y
figuras y los grupos marginados.
3Grabación de audio completa de la
entrevista disponible aquí (en inglés): Grabaciones de audio por Rachel Baker http://snd.sc/ZibwmS
4Puede que esta modificación no sólo
sea estilística sino que también afecte semánticamente, pero creo que se
refiere a eso, no a la lucha por que haya mujeres ejecutivas.
5En inglés, se usan como sinónimos
Domestic Work (Trabajo doméstico) y Reproductive Work, que en castellano
traduciríamos por ‘reproductivo’, pero que aquí no es su significado. Por ello
en este apartado hemos querido mantener la traducción literal, ya que así se
aprecia el juego de palabras que se quiere hacer con ‘producción’. (N.d.T)
6La charla de Silvia Federici en la
Universidad Goldsmiths tuvo lugar el 12 de noviembre de 2012. Titulada ‘From
Commoning to Debt: Microcredit, Student Debt and the Disinvestment in
Reproduction’, se puede accede a la grabación de audio aquí: http://archive.org/details/SilviaFedericiTalkAtGoldsmithsUniversity-12November2012-CpAudio
7N.d.T.: En la entrevista y en su
obra, Federici recurre con frecuencia al concepto de “commons”. En castellano
no existe un único término equivalente. Reproducimos el criterio empleado por
Yaiza Hernández y Astor Díaz en la traducción para Traficantes de Sueños de “El
manifiesto de la Carta Magna” (Linebaugh, 2013:19), que es el mismo empleado en
la traducción de esta entrevista: “Este término inglés se refiere a los bienes
gestionados y cuidados según un sistema tradicional que establece ciertas normas
en torno a su uso, aprovechamiento y mantenimiento por parte de una comunidad.
En la actualidad, puede nombrar a los bienes que históricamente se han regido
por este sistema (tierras, bosques, ríos, montes comunales) o a aquellos bienes
que por sus características e importancia para la reproducción social podrían
gestionarse como tales. En la traducción de esta edición, hemos traducido
commons como comunales, comunes, bienes comunes o procomún dependiendo del
contexto. Comunales y procomún son los términos tradicionales que recibían las
tierras y bosques gestionados por este sistema en partes de la Península y por
lo tanto se usará en sentido más restringido que comunes o bienes comunes”.