Entrevista con Silvia Federici :
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Maite Garrido Courel
Feminista incansable, la
historiadora expone de forma rigurosa las razones políticas y económicas que se
ocultaron tras la caza de brujas
Federici:
Sobre la caza de brujas
Con ojo escrutador, la italiana Silvia Federici lleva más de
30 años estudiando los acontecimientos históricos que dieron lugar a la
explotación social y económica de las mujeres. En su libro “Calibán y la bruja. Mujeres,
cuerpo y acumulación originaria” (Traficantes de sueños, 2010), fija su
punto de mira en la violenta transición del feudalismo al capitalismo, donde se
forjó a fuego la división sexual del trabajo y donde las cenizas de las
hogueras cubrieron de ignorancia y falsedades un capítulo esencial de la
Historia. Federici habla para Números Rojos desde su despacho del departamento
de Historia en la Hofstra University de Nueva York sobre brujas, sexualidad y
capitalismo, y se propone “revivir entre las generaciones jóvenes la memoria de
una larga historia de resistencia que hoy corre el peligro de ser borrada”.
¿Cómo es posible que la matanza sistemática de mujeres no se
haya abordado más que como un capítulo anecdótico en los libros de Historia? Ni
siquiera recuerdo haberlo dado en la escuela…
Este es un buen ejemplo de cómo la Historia la escriben los
vencedores. A mediados del siglo XVIII, cuando el poder de la clase capitalista
se consolidó y la resistencia en gran parte fue derrotada, los historiadores comenzaron
a estudiar la caza de brujas como un simple ejemplo de supersticiones rurales y
religiosas. Como resultado de ello, hasta no hace mucho, pocos fueron los que
investigaron seriamente los motivos que se esconden tras la persecución de las
‘brujas’ y su correlación con la instauración de un nuevo modelo económico.
Como expongo en “Calibán y la bruja…”, dos siglos de ejecuciones y torturas que
condenaron a miles de mujeres a una muerte atroz fueron liquidados por la
Historia como producto de la ignorancia o de algo perteneciente al folclore.
Una indiferencia que ronda la complicidad, ya que la eliminación de las brujas
de las páginas de la historia ha contribuido a trivializar su eliminación
física en la hoguera. Fue el Movimiento de Liberación de la Mujer de los años
70 el que reavivó el interés por la caza de brujas. Las feministas se dieron
cuenta de que se trataba de un fenómeno muy importante, que había dado forma a
la posición de las mujeres en los siglos venideros, y se identificaban con el
destino de las ‘brujas’ como mujeres que fueron perseguidas por resistirse al
poder de la Iglesia y el Estado. Esperemos que a las nuevas generaciones de
estudiantes sí se les enseñe la importancia de esta persecución.
Hay algo, además, que inquieta profundamente, y es el hecho
de que, salvo el caso de los pescadores vascos de Lapurdi, los familiares de
las supuestas brujas no se alzaran en armas en su defensa después de haber
luchado juntos en los levantamientos campesinos.
Desafortunadamente, la mayoría de los documentos que tenemos
sobre la caza de brujas fueron escritos por aquellos que ostentaban el poder:
los inquisidores, los magistrados, los demonólogos. Esto significa que puede
haber ejemplos de solidaridad que no hayan sido registrados. Pero hay que tener
en cuenta que era muy peligroso para los familiares de las mujeres acusadas de
brujería que se les asociara con ellas y más alzarse en su defensa. De hecho,
la mayoría de los hombres que fueron acusados y condenados por brujería eran
parientes de las mujeres sospechosas. Esto, por supuesto, no minimiza las
consecuencias del miedo y la misoginia que la propia caza de brujas produjo, ya
que propagó una imagen horrible de las mujeres convirtiéndolas en asesinas de
niños, sirvientes del demonio, destructoras de hombres, seduciéndolos y
haciéndolos impotentes al mismo tiempo.
Expones dos consecuencias claras en lo referente a la caza
de brujas: que es un elemento fundacional del capitalismo y que supone el
nacimiento de la mujer sumisa y domesticada.
La caza de brujas, así como la trata de esclavos y la
conquista de América, fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema
capitalista moderno, ya que cambió de una manera decisiva las relaciones
sociales y los fundamentos de la reproducción social, empezando por las
relaciones entre mujeres y hombres y mujeres y Estado. En primer lugar, la caza
de brujas debilitó la resistencia de la población a las transformaciones que
acompañaron el surgimiento del capitalismo en Europa: la destrucción de la
tenencia comunal de la tierra; el empobrecimiento masivo y la inanición y la
creación en la población de un proletariado sin tierra, empezando por las
mujeres más mayores que, al no poseer una tierra que cultivar, dependían de una
ayuda estatal para subsistir. También se amplió el control del Estado sobre el
cuerpo de las mujeres, al criminalizar el control que estas ejercían sobre su
capacidad reproductiva y su sexualidad (las parteras y las ancianas fueron las
primeras sospechosas). El resultado de la caza de brujas en Europa fue un nuevo
modelo de feminidad y una nueva concepción de la posición social de las
mujeres, que devaluó su trabajo como actividad económica independiente (proceso
que ya había comenzado gradualmente) y las colocó en una posición subordinada a
los hombres. Este es el principal requisito para la reorganización del trabajo
reproductivo que exige el sistema capitalista.
Hablas del control de los cuerpos: si en la Edad Media
ejercían las mujeres un control indiscutible sobre el parto, en la transición
al capitalismo “los úteros se transformaron en territorio político controlados
por los hombres y el Estado”.
No hay duda de que con el advenimiento del capitalismo
comenzamos a ver un control mucho más estricto por parte del Estado sobre el
cuerpo de las mujeres, llevado a cabo no solo a través de la caza de brujas,
sino también a través de la introducción de nuevas formas de vigilancia del
embarazo y la maternidad, y la institución de la pena capital contra el
infanticidio (cuando el bebé nacía muerto, o moría durante el parto, se culpaba
y ajusticiaba a la madre). En mi trabajo sostengo que estas nuevas políticas, y
en general la destrucción del control que las mujeres en la Edad Media habían
ejercido sobre la reproducción, se asocian con la nueva concepción que el
capitalismo ha promovido del trabajo. Cuando el trabajo se convierte en la
principal fuente de riqueza, el control sobre los cuerpos de las mujeres
adquiere un nuevo significado; estos mismos cuerpos son entonces vistos como
máquinas para la producción de fuerza de trabajo. Creo que este tipo de
política es todavía muy importante hoy en día porque el trabajo, la fuerza de
trabajo, sigue siendo crucial para la acumulación de capital. Esto no quiere
decir que en todo el mundo los patrones quieran tener más trabajadores, pero
sin duda quieren controlar la producción de la fuerza de trabajo: quieren
decidir cuántos trabajadores están produciendo y en qué condiciones.
En el Estado español, el ministro de Justicia quiere
reformar la ley del aborto, excluyendo de los supuestos la malformación del
feto, justo cuando las ayudas a la dependencia han desaparecido.
En Estados Unidos también están tratando de introducir leyes
que penalicen gravemente a las mujeres y limiten su capacidad de elegir si
desean o no tener hijos. Por ejemplo, varios estados están introduciendo leyes
que hacen que la mujer sea responsable de lo que le ocurre al feto durante el
embarazo. Ha habido un caso polémico de una mujer a quien han acusado de
asesinato porque su hijo nació muerto y luego se descubrió que había utilizado
algunas drogas. Los médicos excluyeron el consumo de cocaína como causa de la
muerte del feto, pero fue en vano, la acusación siguió su curso. El control de
la capacidad reproductiva de las mujeres es también un medio de controlar la
sexualidad de las mujeres y nuestro comportamiento en general.
Tú misma lo planteas: ¿por qué Marx no se cuestionó la
procreación como una actividad social determinada por intereses políticos?
Esta no es una pregunta fácil de responder, ya que hoy nos
parece evidente que la procreación y crianza de los hijos son momentos
cruciales en la producción de fuerza de trabajo y no por casualidad han sido
objeto de una regulación muy dura por parte del Estado. Creo, sin embargo, que
Marx no podía darse el lujo de ver la procreación como un momento de la
producción capitalista porque se identificaba con la industrialización, con las
máquinas y la industria a gran escala, y la procreación, como el trabajo
doméstico, parecía ser el opuesto de la actividad industrial. Que el cuerpo de
la mujer se mecanizara y se convirtiera en una máquina para la producción de
fuerza de trabajo es algo que Marx no podía reconocer. Hoy en día, en Estados
Unidos al menos, el parto también se ha mecanizado. En algunos hospitales,
obviamente no los de los ricos, las mujeres dan a luz en una línea de montaje,
con tanto tiempo asignado para el parto, si exceden ese tiempo se les hace una
cesárea.
La sexualidad es otro tema que abordas desde un punto de
vista ideológico, siendo la Iglesia quien promovió con gran virulencia un
férreo control y criminalización. ¿Era tan fuerte el poder que confería a las
mujeres que continúa ese intento de control?
Creo que la Iglesia se ha opuesto a la sexualidad (aunque
siempre lo han practicado a escondidas) porque tiene miedo del poder que ejerce
en la vida de las personas. Es importante recordar que a lo largo de la Edad
Media, la Iglesia también estuvo implicada en la lucha para erradicar la
práctica del matrimonio de los sacerdotes, que lo veían como una amenaza para
la conservación de su patrimonio. En cualquier caso, el ataque de la Iglesia
sobre la sexualidad siempre ha sido un ataque a las mujeres. La Iglesia teme a
las mujeres y ha tratado de humillarnos de todas las maneras posibles, retratándonos
como el pecado original y la causa de la perversión en los hombres, nos obliga
a esconder nuestros cuerpos como si estuvieran contaminados. Mientras tanto, se
ha tratado de usurpar el poder de las mujeres, presentando al clero como
dadores de vida e incluso adoptando la falda como vestimenta.
En una entrevista afirmas que sigue teniendo lugar una caza
de brujas ¿Quiénes son los herejes ahora?
Ha habido caza de brujas desde hace varios años en
diferentes países africanos, así como en la India, Nepal, Papúa Nueva Guinea.
Miles de mujeres han sido asesinadas de esta manera, acusándolas de brujería. Y
está claro que, como en los siglos XVI y XVII, esta nueva caza de brujas se
conecta con la extensión de las relaciones capitalistas en todo el mundo. Es muy
conveniente tener campesinos luchando unos con otros mientras que en muchas
partes del mundo estamos viviendo un nuevo proceso de cercamiento, con la
privatización de la tierra y un gran saqueo a los medios básicos de
subsistencia. También hay pruebas de que parte de la responsabilidad de esta
nueva caza de brujas, que a su vez se dirige especialmente a las mujeres
mayores, debe atribuirse a la labor de las sectas cristianas fundamentalistas,
como el movimiento pentecostal, que han traído de nuevo al discurso religioso
el tema del diablo, aumentando el clima de sospechas y el miedo existente
generado por el dramático deterioro de las condiciones económicas.
“Omnia sunt communia!”, “Todo es común”, fue el grito de los
anabaptistas cuya lucha y derrota, como cuentas en el libro, fue barrida por la
Historia. ¿Sigue siendo igual de subversivo ese grito?
Ciertamente lo es, ya que estamos viviendo en una época
donde sunt omnia privata. Si las tendencias actuales continúan, pronto no habrá
aceras, ni playas, ni mares, ni aguas costeras, ni tierra, ni bosques a los que
podamos acceder sin tener que pagar algo de dinero. En Italia, algunos
municipios están tratando de aprobar leyes que prohíben a la gente poner sus
toallas en las pocas playas libres restantes y esto es solo un pequeño ejemplo.
En África, estamos siendo testigos de las más grandes apropiaciones de tierras
en la historia del continente por parte de empresas mineras, agro industriales,
agro-combustibles… La tierra africana se está privatizando y las personas están
siendo expropiadas a un ritmo que coincide con el de la época colonial. El
conocimiento y la educación se están convirtiendo en mercancías disponibles
solo para aquellos que pueden pagar e incluso nuestros propios cuerpos están
siendo patentados. Así que omnia sunt communia sigue siendo una idea radical,
aunque hay que tener cuidado de no aceptar la forma en que está siendo usado
este ideal distorsionado, por ejemplo, por organizaciones como el Banco
Mundial, que en nombre de la preservación de la ‘comunidad global’ privatiza
las tierras y los bosques y expulsa la población que ganaba su sustento de
ello.
¿Cómo se podría abordar la cuestión de los comunes
actualmente?
El tema de los comunes es cómo crear un mundo sin explotación,
igualitario, donde millones de personas no se mueran de hambre en medio del
consumo obsceno de unos pocos y donde el medio ambiente no sea destruido, donde
la máquina no aumente nuestra explotación en vez de reducirla. Este creo que es
nuestro problema común y nuestro proyecto común: crear un mundo nuevo.
Fuente: La Haine
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