“Correa gobierna en lo moral, en lo ético, con
la mano derecha”
X Carlos Blanca/Enviado X Lisa Segovia/Revista Exarchia
Ecuador es un país que ha adquirido un nuevo protagonismo en
el nuevo escenario latinoamericano, donde el ascenso al poder político por la
vía electoral de partidos y opciones progresistas o revolucionarias en
numerosos países, coloca al continente en una nueva perspectiva internacional,
después de décadas de regímenes dictatoriales o falsamente democráticos.
En ese nuevo contexto continental, el gobierno de Rafael
Correa, quien no ha dudado en alinearse con las posiciones bolivarianas
lideradas por Venezuela, incorporándose al ALBA, goza de un importante apoyo
popular. Su gobierno, bajo el lema “Revolución ciudadana” basa su acción
transformadora en impulsar reformas democráticas cuyos pilares son la mejora
radical de un sistema educativo que históricamente servía a los intereses de
las clases dominantes, y la reforma sanitaria, urgente y necesaria para mejorar
las condiciones de vida de una inmensa mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas.
Pero en esa “revolución ciudadana” hay amplios sectores
populares muy críticos con el gobierno de Correa. La explotación de nuevos
yacimientos petrolíferos en zonas protegidas de la cuenca amazónica, el
desplazamiento de comunidades indígenas, la batalla por los recursos hídricos,
y el autoritarismo con el que se maneja el presidente, son el caballo de
batalla y la fuente de no pocos conflictos sociales y políticos en el país.
Aprovechando una visita al país andino, Exarchia ha podido
palpar esa realidad de luchas sociales en un país que vive, sin duda, un
momento histórico. De entre esas luchas, destaca la del movimiento feminista,
como uno de los más dinámicos y críticos con el presidente Correa.
Desde la redacción de Exarchia mantuvimos un encuentro con
dos de sus representantes, quienes tuvieron la amabilidad y la paciencia de
responder nuestras preguntas. Andrea Aguirre y Lis Coba nos dieron una visión
del movimiento feminista en Ecuador y en América Latina.
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- ¿Podríais hacer una radiografía sobre los feminismos en
América Latina?
Andrea.- En términos generales ha habido dos tendencias
encontradas y en debate permanente, dentro de las cuales hay también debates
internos, que serían como una tendencia en el feminismo más institucional y un
feminismo que se ha llamado así mismo autónomo. Digamos un feminismo
institucional que se levanta sobre cierto realismo, desde la posibilidad desde
dentro del Estado, desde los organismos internacionales, tipificar derechos
para las mujeres, y que se construye desde las ONG, la participación en las instituciones
del Estado, desde la institucionalización del feminismo en el Estado, etc.
Y otra línea, en algunos momentos, muy encontrada con este
feminismo institucional, es lo que se ha llamado feminismo autónomo, digamos un
feminismo crítico hacia la institucionalización de las propuestas feministas, y
que construye más a pie de calle, y a nuestro juicio, que construye desde
lugares más diversos. Ahí podemos encontrar por ejemplo posturas del feminismo
lésbico, feminismo afro, o feminismo indígena, etc., que construyen desde esa
perspectiva crítica con la institucionalidad. Dentro de esa línea hay toda una
perspectiva que trata de recuperar un feminismo desde la diferencia étnica, por
ejemplo las feministas que trabajan desde lo afro, las feministas comunitarias
que hay por ejemplo en Bolivia, tratando de tejer alianzas con otros
movimientos en América Latina, vinculadas con el feminismo lésbico, más
radical…
Ese sería un panorama muy general, a mi juicio, de lo que
han sido las tensiones y los debates en el feminismo latinoamericano.
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- ¿Dentro de esas diferentes expresiones que planteáis, cuál
de ellas, si es que podemos hablar en estos términos, predomina, dentro del
movimiento feminista continental?
Andrea.- No me atrevería a decir cuál es la que predomina…
Lo que está claro es que lo que llamamos feminismo institucional ha logrado
transformaciones radicales de la estructura del Estado, se han generado, por
ejemplo, secretarías de la mujer específicas en la mayor parte de los países,
se ha logrado la paridad en términos de representación política, es decir, este
feminismo ha logrado institucionalizar la participación de las mujeres y la
tipificación de los derechos. Piensa por ejemplo en las comisarías contra la
violencia de género, las campañas del Estado contra esa violencia, etc.
Sin embargo el feminismo autónomo ha generado experiencias
intensas, brillantes, que sin haber logrado tal institucionalización ni tanta
influencia en el “sentido común”, como más general, ha logrado crear
perspectivas que, a mi juicio, el feminismo institucional no ha logrado. Pienso
en el feminismo comunitario, el de las mujeres negras, en el feminismo lésbico,
que sin haber logrado permear en la conciencia común, digamos de América
Latina, sí han conseguido remover ciertas conciencias. Por ello no me atrevería
a decir cuál de ellos ha primado, sino que creo que son lugares distintos desde
los que el feminismo produce posibilidades de transformación y que generan
posibilidades distintas.
Hay un feminismo que trabaja más en la línea de “los
derechos de las mujeres” y otro feminismo que nace más desde el pensamiento
autónomo, como una experiencia contracultural, un feminismo andino que ha
logrado decir: hablamos desde este lugar de América.
Nosotras estamos más en esa línea del feminismo autónomo,
más creador, y que no escapa a las diferencias entre mujeres, que reconoce la
diversidad y las tensiones entre las diferentes expresiones del movimiento
feminista.
Lis Coba.- Las fronteras son porosas. Yo estaba leyendo hace
poco sobre el Foro social mundial, el que se realizó en Brasil. Ellas hablaban
sobre la necesidad de que los derechos de las mujeres impacten sobre el Estado,
porque estamos hablando de nuestras necesidades cotidianas. Pero también vimos
como a partir de este Foro, las mujeres empezaban a organizarse de maneras
distintas.
En América latina emergen una serie de feminismos impensados
hasta ahora, por ejemplo el feminismo autónomo en Bolivia, o el feminismo
indígena en Ecuador, como mujeres que no necesariamente hacen de sus
reivindicaciones desde el “feminismo”.
- En las últimas décadas se están produciendo cambios
políticos en el continente, con gobiernos de tinte antiimperialista,
progresistas… ¿Cómo afectan estos cambios a los movimientos feministas? ¿Hay un
mayor cuestionamiento del patriarcado desde los feminismos?
Lis Coba.- Afectan al movimiento feminista. Hay muchas
feministas que se han institucionalizado. Por ejemplo, nosotras necesitamos la
despenalización de aborto, y en el Ecuador, en la ley, está tipificado el
aborto como delito, y tú para abortar necesitas ser “idiota” y ser violada para
que te puedan permitir un aborto. Al gobierno no le interesa esto, a los
gobiernos que se suponen de izquierda no les interesa eso.
Al gobierno no le interesa la despenalización del aborto.
Nosotras estamos reivindicando los derechos integrales de las mujeres, el
derecho al aborto, y el respeto a nuestros contextos de vida, la gestión de
nuestra vida y la defensa de los recursos de la naturaleza.
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- ¿Dentro de la revolución ciudadana que impulsa Rafael
Correa, qué papel juega el movimiento feminista? ¿Hay una buena sintonía? ¿Qué
cambios se han producido desde su llegada al gobierno?
Andrea.- Dentro del Ecuador hay diversas expresiones del
movimiento feminista. Las perspectivas del feminismo institucional han
atravesado la revolución ciudadana y son como un elemento central del gobierno.
Piensa por ejemplo en la presidencia y vicepresidencia de la Asamblea Nacional
y vas a ver que hay mujeres, vas a ver que el 50% de la representación son
mujeres, hay campañas masivas en contra de la violencia contra las mujeres.
En el caso concreto del Ecuador, no sólo el movimiento
feminista, sino todos los movimientos sociales se han visto atravesados por la
coyuntura del Estado. Porque el gobierno de Correa ha abierto posibilidades de
transformación en muy distintos aspectos y paradójicamente, a la vez, los ha
impedido. Mucha gente se ha visto en la encrucijada de incorporarse a la
estructura del Estado o quedarse fuera. Mucha gente entró como funcionarios del
Estado, mucha gente nos quedamos fuera, y eso generó tensiones entre los
movimientos sociales. Algo que sí ha hecho la experiencia de la llamada
revolución ciudadana es fraccionar a los movimientos sociales.
A unos los ha desestructurado, como es el caso del
movimiento indígena, los ha sumido en una crisis, que ya venía gestándose, pero
que ahora es una crisis radical, y a otros como el movimiento feminista nos ha
fraccionado. Hay algunas compañeras que están en el Estado, y son feminista que
vienen desde los años 80, algunas de ellas construyendo desde el feminismo
digamos como mejor pueden. Pero hay otras, sobre todo más jóvenes, que
construyen desde una perspectiva más radical, desde una perspectiva más de
izquierda. Hay experiencias del movimiento feminista que se proponen
transformar desde dentro, y otras que se colocan en franquísima oposición.
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- Con el neoliberalismo agrupaciones de mujeres dentro de la
CONAIE-MUPNO- Movimiento plurinacional Pachakutik Nuevo País o la FENOCIN -Partido
Socialista tuvieron un papel importante de denuncia y resistencia contra las
políticas neoliberales. ¿Ahora cuál es su papel?
Lis Coba.- El movimiento indígena está muy escindido, igual
que todos los movimientos sociales. Esta es una época muy, muy compleja. Dentro
del feminismo, dentro de los movimientos sociales en general. En realidad no sé
lo que va a pasar, pero sí sé que las diferencias entre mujeres son muy
profundas. No es lo mismo – y yo estoy hablando desde una mujer de clase media
urbana-, porque hay mujeres indígenas que están en el gobierno y hay mujeres
indígenas que ven amenazados sus territorios, y que a través de la amenaza a
sus territorios no necesariamente están con el gobierno. Pachakutik está
francamente dividido entre quienes apoyan al gobierno de Correa y quienes están
defendiendo territorios indígenas frente a la explotación petrolífera o minera.
Extracción de yuca, alimento base, junto al arroz, para la
mayoría de los pueblos amazónicos. Generalmente son las mujeres las que se
dedica a los cultivos. Muchos hombres han abandonado las comunidades indígenas
para trabajar en las extracciones petrolíferas más cercanas, en Lago Agrio.
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- La despenalización del aborto es un tema que continúa
generando controversias en todo el mundo. En Ecuador, ¿hay unidad feminista con
respecto a este tema? ¿Cuál es la posición del gobierno?
Andrea.- En el movimiento feminista hay unidad en relación
con la despenalización, que plantean algunas, y la legalización del aborto sin
ninguna restricción. Sin embargo hay posturas distintas entre el movimiento
sobre el cómo alcanzar esa meta. Pero es un tema presente en la agenda de todo
el movimiento feminista. La cuestión es cómo afrontar esa lucha, esa
reivindicación. En este momento en el Ecuador está legalizado el aborto
terapéutico, en caso de riesgo en la vida de la madre y el aborto eugenésico,
es decir, una mujer que es “demente o idiota”, que es violada, como comentaba
Lis. Sin embargo la postura del gobierno es absolutamente clara en la negativa
al aborto en cualquiera de las condiciones. De hecho la Constitución
ecuatoriana defiende la vida desde la concepción. Claro que habría que
preguntarse de la vida de quién, si del feto, de la madre… Especialmente la
figura de Correa, en esta especie de autocracia que vivimos, tiene una postura
bastante cercana a la Iglesia. De hecho en lo político y en lo económico parece
que gobierna con la mano izquierda, pero en lo moral, en lo ético, con la
derecha. Correa ha hecho explícitamente una defensa de la familia tradicional
en consonancia con las posiciones de la Iglesia católica ecuatoriana.
En cualquier caso, el gobierno de Correa, y esto lo ha dicho
bien claro, no va a sacar el aborto del código penal.
Existe una experiencia puesta en marcha por colectivos
feministas que apoyan a la mujer con asesoramiento telefónico sobre temas de
anticoncepción, o cómo afrontar un embarazo no deseado, etc., pero de hecho
están siendo perseguidas por el gobierno, y su accionar es a través de la
propaganda callejera, sin ningún tipo de ayuda oficial. Esta es una iniciativa
de las feministas más jóvenes y vinculadas al feminismo autónomo, que están
resistiendo los embates de los colectivos pro vida, muy activos y organizados.
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- ¿Y qué hay acerca de la violencia patriarcal y el
feminicidio?
Lis Coba- En la actualidad, 6 de cada 10 mujeres es
violentada en el Ecuador. Las estadísticas aumentan cuando hablamos de mujeres
afro ecuatorianas e indígenas, mientras hay una pequeña disminución entre las
mujeres mestizas de “clase media”. Ahora mismo se está debatiendo en la
Asamblea nacional el tema de la violencia contra las mujeres, una verdadera
lacra social. Todo esto tiene que ver con la situación en la que viven amplios
sectores de la sociedad, con una pobreza estructural que genera situaciones de
violencia contra los más débiles.
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-¿Cuáles son los proyectos en los que estáis trabajando? ¿De
qué tipo de estructura organizativa os dotáis para desarrollarlos?
Andrea.- Nosotras venimos de diferentes experiencias, pero
siempre hemos tratado de construir diálogos entre mujeres que nosotras llamamos
diversas y desiguales. Una muy particular se dio en la cárcel de mujeres, donde
participamos en construir el feminismo entre mujeres diversas, que en ese
momento estaban presas. Ahí la idea es articular elementos de educación popular
de las mujeres en prisión.
Otra proyecto es la Asamblea de Mujeres populares y diversas
del Ecuador, que es una experiencia de mujeres de todo el país, una federación
de colectivos a nivel provincial. Es ahí donde se reconoce la diversidad de las
mujeres, de su sexualidad, de sus modos de vida… de su extracción social.
La realidad de las mujeres en el Ecuador es muy diversa.
Piensa en las diferencias entre la mujer en el ámbito urbano y aquellas que
viven en el entorno rural, o incluso en zonas selváticas. Ahí hay que destacar
a las mujeres que están desarrollando una lucha contra el extractivismo, contra
la minería que amenaza sus modos de vida. Ahí se ha desarrollado lo que
llamamos el eco feminismo, un movimiento muy enriquecedor.
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- Ecuador es una país con gran diversidad cultural, ¿cómo se
plasma este factor en la lucha global de las mujeres por su
liberación?
Lis Coba.- Nosotras venimos de experiencias muy duras, con
trabajo con mujeres que eran pequeñas traficantes de estupefacientes, y eran
mujeres fundamentalmente urbanas. Sin embargo ahora estamos asistiendo a un
desplazamiento de las luchas, no solo de las mujeres, sino de los movimientos
sociales en general al área rural, y también en la Amazonía.
Hay muchas mujeres que hoy están en primera fila de la lucha
por su entorno natural, por la defensa del agua frente a las compañías mineras,
o contra las explotaciones petrolíferas, mujeres muy ligadas a su etnia
particular que ven amenazado su estilo de vida comunitaria.
Las mujeres urbanas, somos mujeres del consumo, y las
mujeres de los bosques y de los sectores rurales son mujeres productoras. El
desafío es cómo articularnos entre mujeres diversas de diferentes ámbitos.
Yo pienso en el ejemplo del colectivo Mujeres creando, de
Bolivia, que interrelaciona el feminismo con factores como la economía
comunitaria de las diferentes etnias. No se trata de buscar una igualdad
ficticia, se trata de cómo desde esa diversidad, se establece un diálogo entre
mujeres. El Ecuador es un país tremendamente complejo, con diferentes etnias, y
el feminismo necesariamente refleja esa diversidad.
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- ¿Cual es el futuro a medio y largo plazo del movimiento
feminista en el Ecuador?
Andrea.- Este es un momento de recomposición del feminismo.
No me atrevo a aventurar cuál será el futuro del movimiento feminista. El
gobierno de Correa, y su “revolución ciudadana” ha provocado muchas tensiones
no sólo en el movimiento feminista, sino en todos los movimientos sociales.
Unos trabajando desde la férrea oposición y otros inmersos, dentro del Estado
con ese “realismo” al que hacíamos referencia antes.
Lo que sí está claro es que el movimiento feminista, con su
diversidad, con su riqueza, será capaz de establecer diálogos entre sí. Desde
esa perspectiva creo que la Asamblea de mujeres populares y diversas del
Ecuador, que trata de aunar las experiencias de las mujeres campesinas,
indígenas y urbanas precarizadas tiene una amplia proyección. Incluso también
nuevas experiencias como el movimiento transgénero, que tiene también relación
con las instituciones pero con una fuerte tendencia autónoma, está
desarrollando iniciativas que tienen que ver con el reconocimiento de que en la
cédula de identificación figure el género y no el sexo. También está surgiendo,
este sí de último cuño, un movimiento feminista lésbico, con mucha frescura de
ideas…
Lis.- Tampoco me atrevo a aventurar el futuro. Lo que sí veo
es que estos movimientos y gobiernos de izquierdas en Latinoamérica (y no me
atrevo a decir de falsa izquierda, pero con muchas contradicciones) tienen
muchas ansias de civilización, de occidentalización, de desarrollismo a
cualquier precio. En esa perspectiva, los indígenas, y las mujeres, quedan
completamente relegados.
Andrea.- Siempre se dice aquello de que hay que luchar ahora
para un futuro luminoso… Nosotras pensamos más bien que el presente es nuestro,
y es desde donde estamos construyendo. A las feministas se nos ha dicho: hasta
que el “Pueblo” consiga sus reivindicaciones, hay que saber esperar vuestro
momento… Nosotras luchamos hoy, por el presente y por supuesto, por el futuro.
Fuente: Revista Exarchia.org