(Evento 22 de Noviembre. Foto: Magaly Barravil) |
El cuerpo como pedagogía del horror y de la
utopía
X Patricia Karina Vergara Sánchez - pakave@hotmail.com
Me invitaron a compartir algunas
reflexiones en torno a un concepto que hace tiempo algunas lesbianas feministas
venimos planteándonos, las cuerpas lésbicas y sus propuestas políticas
contrahegemónicas. Comienzo por decir que entiendo que para hablar de ellas hay
múltiples veredas y lugares desde donde enunciarlas. Hoy, por ejemplo, me es
muy difícil pensar en contrahegemonia sin considerar el contexto político que
está en estos momentos moviendo México, el país que habito. Políticas concretas
que en este sistema mundo está imponiendo sobre nuestros cuerpos y vidas.
En mi país hay escuelas que llaman “Normales
rurales”. Son lugares a donde acuden mujeres y hombres muy jóvenes de origen
humilde a aprender a enseñar. Ellas y ellos al terminar su instrucción como
maestros van a las comunidades más adentradas, lejos de las grandes ciudades y
enseñan a la gente a leer, a escribir, a sumar y restar. También, comparten
herramientas de resistencia contra las múltiples formas de opresión que ocurren
en el mundo rural. Por ello, los
gobiernos han intentado constantemente acabar con este proyecto, tan peligroso
para el sistema. ¡Enseñar a la gente! Parece ser que algunos aún piensan que
leer y escribir debería seguir siendo privilegio reservado a los poderosos. Sin
embargo, el proyecto de las Normales Rurales ha resistido por décadas. Por
ello, los jóvenes que se forman en estas escuelas participan activamente en la
discusión, sobre todo socialista, y acción política de sus localidades. Hace
unas semanas seis jóvenes de una de estas escuelas, en Guerrero, fueron asesinados por policías, hay más de
veinticinco heridos y otros 43 estudiantes están desaparecidos. Durante la
investigación por su paradero, se han encontrado fosas con un número indeterminado
de cadáveres que en algún momento se pensó podrían ser ellos. En todo caso, ¿De
quién son los cadáveres encontrados en más de 11 fosas clandestinas? No hay
certezas, sólo una clara indolencia-desprecio de las autoridades que no da
espacio a una búsqueda eficaz ni a la justicia. Entre las atrocidades que se
cometieron contra ellos, a uno de los asesinados, al parecer mientras estaba
vivo, le arrancaron la piel del rostro y vaciaron sus ojos.
Hay cosas duras pasando en mi país. Sin
embargo, es preciso no quedarse únicamente en la pesadilla y en la indignación.
Necesitamos leer qué hay detrás de ese horror y entre las múltiples lecturas
políticas posibles, yo quiero convocar a preguntarnos qué se está inscribiendo
sobre el cuerpo de mi pueblo. ¿Qué
quiere decir que a un joven de 22 años le quiten los ojos? ¿Qué es lo que no
debe ver, qué es lo que no debe saber, qué es lo que sus ojos aprendieron, qué
es lo que el brillo de su mirada expresó que a los agresores les incomodó tanto
que decidieron cegarlos? Cuando arrancan
el rostro de piel morena de un chico, no es el rostro de uno, es el rostro de
todos los chicos de piel morena de mi país. Es ese rostro el que está siendo
arrancado porque hay componentes raciales y de clase implicados en esa tortura.
Hay mensajes sobre el cuerpo de un chico racializado y de origen empobrecido que
participa políticamente que son mensajes para todos los chicos racializados y
de origen empobrecido que participan políticamente.
Cristina Laurell, teórica mexicana quien
reflexiona sobre la salud colectiva, escribió hace tiempo que el cuerpo y la
mente tienen la capacidad de responder con plasticidad, contra y a través de
sus condiciones de desarrollo, proceso que origina “modos de andar por la vida”
históricamente específicos (Laurell, 1994). Procesos sociales que se expresan
en la corporiedad humana. Desde esta concepción, ¿qué proceso social está
ocurriendo en la corporalidad de nuestras colectividades a través de esta
escritura necrófila sobre los cuerpos de las personas, de qué manera esas
grafías sangrientas originan modos de “andar en la vida”, cómo la destrucción
de algunos cuerpos construye el de las comunidades sobrevivientes? Es
importante hacer una mirada panorámica en donde ubiquemos que si bien lo
ocurrido a los estudiantes de Ayotzinapa es un horror visibilizado, hay aproximadamente 1200 fosas clandestinas, con
un número indeterminado de cuerpos, encontradas por todo el territorio mexicano
y hay un número indeterminado de cadáveres encontrados en el Rio de los Remedios,
presumiblemente muchos de ellos cuerpos de mujeres, coincidiendo con el número
de desaparecidas que la sociedad civil viene señalando en los límites del
Estado de México en años recientes. Hay que reconocer que en al menos en la
década reciente ya venimos observando este tipo de escrituras sobre los cuerpos
como mensajes sociales en el debate público en México. Por poner algunos
ejemplos:
En 2006 el entonces presidente del
país, Calderón, decretó una guerra
contra el narcotráfico que no acabó con el conflicto, si no que privilegió a
unos carteles de narcotraficantes sobre otros y, en cambio, ha significado más
de 60 mil asesinados y 26 mil desaparecidos hasta hoy. Con el mandato del nuevo
presidente, Enrique Peña Nieto, no han terminado las muertes y desapariciones,
sólo se han silenciado los medios de comunicación. Estos años también han
significado años de esa escritura necrófila de la que he hablado antes, sobre
cuerpos de mujeres y hombres. Algunas de las víctimas fueron contrincantes en
la lucha por territorios de control, otras opositoras al narcotráfico, gente de
las poblaciones y, al parecer, aquellos que denunciaron o disintieron de los
políticos partidistas aliados al narco, de esos que los medios llaman parte del
narcogobierno. Cuerpos destrozados apareciendo en sitios públicos, decapitaciones, macabras exposiciones de
cuerpos colgando desde los puentes en las avenidas. Historias escritas literalmente
con sangre. Los cuerpos de mujeres también mutilados, también expuestos, pero,
además violados, ensañamiento específico hacia las mamas, glúteos, genitales y
con desnudez intencional, cuerpos señalados así por ser cuerpos de mujeres. Mensajes
con doble carácter, mensajes de género.
En 2005, durante la represión en Atenco por
parte del gobierno del Estado de México, la tortura sexual también fue un
mensaje que se ha repetido en represiones subsecuentes sobre el cuerpo de las
mujeres. Mensaje y castigo para las mujeres que participan políticamente.
Escritura mediante la violencia sexual sobre los cuerpos de unas, amenaza para
todas.
Hasta hace unos años, se hablaba sobre la
pesadilla para las mujeres en Ciudad Juárez, un lugar al norte de México.
Cientos de desparecidas, otros cientos encontradas muertas, torturadas, sus
cuerpos mutilados. Mensaje que no supimos leer, que quienes leyeron no lograron
detener. Amenaza a las mujeres de origen empobrecido, de piel morena, de
cabello negro y lacio, que parecían ser las principales víctimas; pero también
era una amenaza con mensaje racializado y de clase a todas las racializadas y
proletarias alrededor, amenaza que se cumple, que se expande ante la impunidad,
ante la negligencia de las autoridades del país. Hoy, Cada vez más estados
compiten por ver cuál supera a cuál en números de feminicidios y desaparecidas:
Estado de México, Querétaro, Tlaxcala, Puebla, Morelos… Estos casos se
caracterizarían por la comisión de formas extremas de violencia como
estrangulaciones, decapitaciones, puñaladas, mutilaciones y violencia sexual. En
algunos casos, incluso, los cuerpos de las mujeres fueron maltratados aún
después de haber sido asesinadas, lo que denota crueldad, odio, saña y
desprecio en contra de las víctimas.
(Evento 22 de Noviembre. Foto: Magaly Barravil) |
Es preciso mirar cómo los cuerpos de las
mujeres son el sitio predilecto de la escritura necrófila, cómo cada feminicidio
interpela a las mujeres todas y cómo la impunidad de la violencia, la falta de
suficiente respuesta social organizada, de solidaridad, ha significado su
expansión y su agudización. Tal vez, se deba a que en este existir en donde el
patriarcado atraviesa las concepciones y reacciones colectivas, las mujeres,
las vidas y los cuerpos de las mujeres son-somos, las “otras”. Me parece que es
por ello que la reacción es más intensa cuando son 1,6 o 43 -más o menos-
cuerpos de varones sobre los que se inscribe la amenaza del sistema, pues en
ellos, a pesar de las diferencias de clase y de racialización posible, sí puede
realizarse el ejercicio de espejo-empatía, de ponerse en su lugar, de pensar: “Podría
ser yo”, “Yo soy Ayotzinapa[1]”. Teniendo
siempre en cuenta que los cuerpos de los y las que habitan en privilegio socio-económico
no son los que se usan para escrituras necrófilas, mientras los otros cuerpos
son, los de unas cuerpos de castigo, uso, comercio y amenaza, en tanto los de
otros son cuerpos usados para amedrentamiento con otras implicaciones, pero,
también, como interpelación simbólica desde el poder. En ambos casos son
cuerpos efectivos para aleccionar.
Entonces, pues, lo que apenas alcanzo a
comprender es que el proyecto neoliberal-patriacal devorador de vidas en la
explotación laboral y en el trabajo doméstico no asalariado; es también un tirano
de mil rostros que genera el clima de violencia y desprecio por el otro, la
otra –más otra-, que convierte la vida
en desechable, como un producto barato más y los cuerpos como consumibles y
utilizables. No sólo con la consabida cosificación respecto al comercio de su
apariencia y sexualidad, si no que convierte a los cuerpos en instrumento de
tortura y de pedagogía del horror, pedagogía que paraliza, que desmoviliza, que
despolitiza.
La portada sangrienta del diario; la
ausencia –probablemente definitiva- de la amiga, de la vecina; el terror de
tener que transitar al ir a la escuela, al trabajo, a la vida diaria por
ciertas localidades peligrosas; la impunidad y la injusticia manifiesta se
viven como congoja cotidiana que amenaza la piel propia y la existencia de
aquellos y aquellas a quienes apreciamos, que angustia, que intimida, pero que
sobre todo genera una indefensión aprendida[2] colectivizada
que obliga a cerrar los ojos, a no actuar, a no organizarse, a no opinar
políticamente.
Igualmente, sé que lo que ocurre no es
privativo de México, lo utilizo como demarcación geográfica nada más. Entiendo
que hay horrores similares ocurriendo en otros lugares y con intensidades
distintas. Pienso de pronto en Melina,
una adolescente de España, violada, golpeada y arrojada entre desperdicios en
una montaña de basura. ¿Qué es lo que el feminicidio escribe sobre la piel de
las mujeres, qué mensaje pretende imponernos una y otra vez?
Así, he dibujado un mapa escueto del espanto
político, en términos de lo visibilizado mediáticamente, que se inscribe hoy
sobre los cuerpos humanos en México. Sin
embargo, en este mapa habría que colocar también violencias cotidianas, los
acosos en las calles a las mujeres, violencia de parejas, la pobreza y sus
consecuencias encarnadas en la población, más los dispositivos generales de
control y biopoder. Es preciso, pues, complejizar mucho más esta cartografía,
pero el tiempo y el espacio no me lo permite, baste por ahora decir que el
sistema mundo patriarcal y capitalista por medio de la represión institucional
o de la acción de aquellos que llama delincuentes, pero que finalmente son
parte del mismo sistema, escribe sobre los cuerpos más vulnerables a manera de
pizarrones en donde, constante, explica que se puede morir, pero que no es lo
peor que puede pasarnos, que hay daños más terribles. Así, delinea con letras
de tortura las lecciones del cómo resignarse a la opresión.
¿Hay resistencia posible? ¿Qué se opone a
las armas, al poder, a la psicopatía del sistema, al dolor, al desamparo?
Hay múltiples ensayos, múltiples
propuestas, intenciones que se entretejen o antagonizan entre sí, pero que
conllevan el sino de la propuesta de otros mundos posibles. Ello es en sí mismo
ya una promesa, la idea de que puede ser de otro modo es ya un punto adelante.
Nos dice, por ejemplo, que todavía no nos hemos resignado. No han ganado, no
nos hemos sometido. Hay de menos, esperanza de transformación. Segundo, nos
coloca en el reconocimiento de que si es posible que ahora mismo en muchas
cabezas al mismo tiempo pase la idea –las ideas- de que las opresiones
sistémicas pueden ser contrarrestadas, entonces, el crecimiento colectivo de
esas ideas posibilita la creación de otros imaginarios. A su vez, como en una
cascada afortunada. Esos otros imaginarios significan la puesta en marcha de
otras existencias posibles ante las instituciones del sistema mudo patriarcal y
capitalista.
Una de las formas de poner en marcha la
resistencia es mediante la acción de nuestros cuerpos. Esa
plasticidad, planteada por Laurell, en este caso voluntaria, en
resistencia como parte misma del proceso social. Las mismas corporalidades que
han sido pedagogía del horror pueden convertirse en espacio de disidencia y de
acción política. Esos que mientras los anime la vida, a pesar de los
dispositivos de biopoder que los constriñen, siguen siendo nuestros. Espacios
posibles de autonomía. Dorotea Gómez, lesbiana guatemalteca maya, lo dice en
estos términos: “Mi cuerpo es territorio político” (Gómez, 2010). Artistas feministas mexicanas hace tiempo
venimos usando la expresión poner el cuerpo. Ese compromiso ético de quien sale
a la calle a ocupar un lugar en la marcha callejera, de quien acompaña desde
una ética del cuidado, de quien pinta sobre su piel o explora en el escenario o
con su voz, de quien construye espacios físicos de acogimiento, de solidaridad,
de quien disiente de los mandatos opresivos y con ese cuerpo va haciendo
política cada día, cada momento de su existencia.
Suena muy lindo, como utopía. Sin embargo, ¿Es posible trastocar un poquito del estado de
las cosas poniendo un cuerpo por muy territorio propio, por muy politizado en
su existencia, qué puede un cuerpo contra el horror?
Un cuerpo solitario no puede mucho contra
la pesadilla sistémica. Puede, a lo sumo, ser ejercicio de disidencia. Sin
embargo, muchos cuerpos disidentes pueden generar una pedagogía inversa, un
ejemplo que cunda, que se extienda, que invente otra cosa. Es aquí donde me atrevo a convocar por
visibilizarlo, pero también porque es propuesta política de larga data y puesta en
marcha de otra existencia, el cuerpo de las lesbianas, invisibilizado
históricamente pero en resistencia constante:
Existe una idea hegemónica sobre el deber
ser del cuerpo de las mujeres, un cuerpo socialmente construido en función de
los mandatos de una cultura misógina en donde predomina una concepción de este
cuerpo para comerciar con él y para placer o servicio del sistema existente.
Mogrovejo (2010) habla de esta construcción: "Es un cuerpo colonizado en
función de los hombres. Un cuerpo sobredeterminado, con un estereotipo
determinado, de medidas y de formas determinadas".
Sin embargo, hay cuerpos que no cumplen las
tareas ni las estéticas esperadas, que se rebelan, que desobedecen. Diversas autoras como Rich, Wittig, Lauretis
se han venido preguntando cómo o qué es el cuerpo lesbiano. ¿Es acaso el mismo
de todas las mujeres?, ¿qué no es, también, el que tiene útero y mamas?
¿Es este el mismo cuerpo que se modela en la lógica estética heterosexual y
reproductiva contemporánea?
Mogrovejo escribe sobre el cuerpo lesbiano:
"Sigue siendo una incógnita, una necesidad en construcción que parte de
una negación, no quiero un cuerpo para los demás, necesito un cuerpo para mí.
Fuera de la lógica masculina y heterosexual en un intento por romper con una
historia sobredeterminada por el cuerpo femenino" (2010).
Michel Binford visibiliza el cuerpo
lesbiano como forma de resistencia, en grados de conciencia diversos y escribe:
"De alguna manera, las mujeres lesbianas resignificamos el término
'mujer', tal como es entendido por el sistema patriarcal" (Binford,
2008:5).
Resignificar el término mujer y poner el
cuerpo como lugar de resistencia no es poca cosa, pues de acuerdo con Margarita
Pisano, la historia de la especie humana está marcada sobre los cuerpos-mujeres
y los cuerpos-hombres, que son reducidos a su función reproductiva. La negación
de la sexualidad, así como su reducción a lo reproductivo es fundamental para
hacer del cuerpo un objeto dominable: "Sobre estos cuerpos sexuados se
construye todo un sistema de significados, valores, símbolos, usos y costumbres
que normalizan tanto a nuestros cuerpos como a la sexualidad, delimitándolos
exclusivamente al modelo de la heterosexualidad reproductiva" (Pisano,
2010).
Sin embargo, en el lustro reciente,
colectivas lésbicas feministas en distintos lugares de Latinoamérica (en México
para 2010 yo había escuchado a las Sucias, Lunas Lesbofeministas y Chuekas, al
menos) y lesbianas feministas independientes han venido usando Cuerpa o
Cuerpa lesbiana, como constructo teórico político que está en desarrollo
todavía, pero sirve para referirse a aquella unidad físico-biológica con
genitales y características que le asignan el sexo femenino, pero que no es
el cuerpo femenino construido en relación y/o correspondencia al
masculino, sino esa construcción de para sí misma en una lógica
diferente a la de la heteronormatividad.
Nombrar la cuerpa lesbiana no es sólo un
asunto que atañe a la conformación o transformación del lenguaje, es un
ejercicio de enunciación política. Se construye una existencia política, pero
sexual y de placer también, existencia sexopolítica, la cual construye a su vez
un cuerpo: cuerpo político-cuerpa.
Esta cuerpa[3] política desafía
al régimen heterosexual. Donde se manifiesta, la cuerpa interpela, cuestiona e
incluso llega a dinamitar visiones ya concebidas de cómo es o cómo debe de ser
la vida, las lógicas institucionales e incluso la aplicación de la ciencia y la
tecnología concebidas desde la heterocentralidad.
Podemos, por puro ejercicio, preguntarnos ¿Cómo
irrumpe la presencia de una -o de muchas- cuerpa lésbicas, con todas sus
irreverencias, incluso cuando de tantas formas se busca someterla, por ejemplo,
en las instituciones escolares? ¿Qué se pone en tensión de la curricula
explícita y qué de la currícula oculta cuando una estudianta no presenta los
mismos afeites que aquellas que siguen el modelo hegemónico o cuando no ocupa
los espacios de la forma en que la feminidad impone las posiciones corporales a
otras, o cuando sus códigos de comunicación e intereses no responden al cuento
romántico de la heterosexualidad? Interpela la presencia de una cuerpa y una
existencia lésbica en los consultorios médicos, en la conformación de sus familias
de origen, pone en tensión modos de relacionarse en los centros de trabajo, en
los espacios religiosos, en las calles, en los grandes y pequeños mercados, por
poner otros ejemplos posibles.
La cuerpa en tanto que construcción
política ya sea desde su visibilidad o desde el momento en que se enuncia como
irruptora del régimen político, es una bomba incendiaria, un allanamiento
material a las instituciones patriarcales, ante las lógicas heteronormadas. Es
esa que se pone ante cualquier institución y resulta inadecuada, inclasificable
encuentro/desencuentro y la existencia sexopolítica encarnada en una unidad
físico-biológica que se presenta como sujeto que obligatoriamente interpela. Es
política combativa.
Finalmente, me resta señalar que la puesta
en marcha de la existencia lesbiana a través de la cuerpa lesbiana no detiene
en forma directa los asesinatos ni los feminicidios en mi país, no detiene lo
que se ha llamado violaciones de castigo hacia lesbianas y bisexuales, ni evita
la tortura a las y los disidentes políticos, ni el sometimiento de la vida
cotidiana a las grandes tiranías del sistema de producción. No significa en
modo alguno la aparición de más de 26 mil desaparecidos en México, ni la
justicia ante tanto dolor sembrado en mi tierra, ni en otras. Sin embargo, es
resistencia y propuesta. Es una apuesta importante en el orden de lo simbólico
en tanto que es una de las posibilidades de poner el cuerpo como vida y acción
política, una propuesta política que se vuelve carne. No es la única, por supuesto,
pero lo que me importa enunciar es que ésta y otras experiencias de cuerpos y
disidencias sexogenericas, activismo,
arte, barricadas, mercados de trueque, ayuda mutua, siembra, solidaridad y
sororidad y tantas otras acciones que ahora mismo inventan los pueblos poniendo
sus cuerpos, lo que logran es construir el imaginario-acción necesarios. Hoy,
es difícil apropiarse y emitir desde los grandes medios de comunicación,
escribir y publicar es privilegio de algunos, hasta el pintar en las paredes se
vuelve prohibido y controlado por el Estado, pero podemos recordar que nuestra
piel desnuda siempre será un interesante lienzo. Las madres de las mujeres
desaparecidas en Ciudad Juárez ponen sus cuerpos, hacen huelgas de hambre,
montan campamentos y buscan estrategias para la justicia; algunas mujeres de
pueblos originarios migradas a las ciudades y las descendientes de ellas portan
sobre su cuerpo el traje de su ancestras y resisten a pesar de la discriminación
racista y etnocéntrica; las Patronas son una colectiva de mujeres que reúnen
alimentos, cocinan y se plantan ágiles, intrépidas, ante el tren que lleva
personas que intentan migrar ilegalmente hacia USA, ellas arrojan alimentos
empacados para compartir apoyo y aliento a quienes viajan. Así, el cuerpo como el hacer político tomando
carne enseña que es posible la contrahegemonía, disentir y sobrevivir y vivir
con otras lógicas y bajo otra calidad de vida. Es decir, habitamos en la era de
la desesperanza, sin embargo, me parece importante enunciar-visibilizar que
existe y crece esta pedagogía de la resistencia, que todavía apuesta por
utopías y propone sobre los cuerpos y desde los cuerpos hacia otras vidas,
hacia otra realidad que no sólo es posible, si no que ya es urgente. Propongo:
pongamos, entonces, este cuerpo, esta cuerpa subversiva, territorio de acción
política.
Referencias:
Binford (2008) "La relación de las mujeres lesbianas con sus cuerpos,
un estudio del protagonismo de lesbianas guatemaltecas". Programa de
Estudios de Posgrado en Estudios de la Mujer- Ciudad Universitaria Rodrigo
Facio, Costa Rica.
Gómez Dorotea (2010) “Mi cuerpo es un
territorio político”.
http://brechalesbica.files.wordpress.com/2010/11/mi-cuerpo-es-un-territorio-polc3adtico77777-dorotea-gc3b3mez-grijalva.pdf
Mogrovejo Aquise, Norma (2010). "S oy una lesbiana atrapada en un cuerpo de mujer", Entrevista a Norma Mogrovejo, Universidad Autónoma de Santa María.http://www.ucsm.edu.pe/espergesia/8ed/archivo/6sexta/invitado/cuerpo1.html (Consultado octubre de 2012)
Mogrovejo Aquise, Norma (2010). "S oy una lesbiana atrapada en un cuerpo de mujer", Entrevista a Norma Mogrovejo, Universidad Autónoma de Santa María.http://www.ucsm.edu.pe/espergesia/8ed/archivo/6sexta/invitado/cuerpo1.html (Consultado octubre de 2012)
Laurell C. (1994) Sobre la concepción
biológica y social del proceso salud-enfermedad. En: Rodríguez Ma. Isabel
(coord.) Lo biológico y lo social, Serie Desarrollo de Recursos Humanos N° 101,
Washington D.C. EUA: OPS/OMS, pp. 1-19
Pisano ,
Margarita (2010). “Lesbianismo: ¿Transgresión del mandato histórico o
diversidad para discriminadas útiles?
"http://samanthagonzalezccsasm.blogspot.com/2010/10/lesbianismo�transgresion�del�mandato.html (consultado junio de 2011)
Rich , Adrienne (1980). "La
heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana (1980)" en Revista
d'Estudis Feministes , núm.10- Francia.
Vergara Sánchez, Patricia Karina
(2013) " El viaje de las invisibles. Manifestaciones del Régimen
Heterosexual en experiencias de mujeres lesbianas en consultas
ginecológicas" División de Ciencias Sociales y Humanidades, Posgrado en
Estudios de la Mujer, Universidad Autónoma Metropolitana. México.
Wittig, Monique. "El cuerpo lesbiano", Pre-Textos-. Valencia. España-
Wittig, Monique. "El cuerpo lesbiano", Pre-Textos-. Valencia. España-
[1] Consigna política que nombra y se solidariza con el sitio
geográfico en donde se encuentra la escuela de los estudiantes desaparecidos.
[2] Martin Seligman desarrolló una teoría que explica el aprendizaje
para comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada
respecto a las situaciones que amenazan o determinan la vida
[3] Pensando, “cuerpas”, en el sentido que en ellas se intersectan
clase, origen étnico, edad y otras opresiones y/o circunstancias de vida.
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